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No es lo mismo predicar

martes, 08 de mayo de 2018
Denzel Washington es un actor con múltiples registros, puede ser un príncipe o un vagabundo. Me recuerda a Marcelo Mastroianni aquel No es lo mismo predicarmostruo de la época dorada de Cinecittá, que se transformaba como un camaleón.

En una película de Dan Gilroy, un verdadero figlio d'arte, con padre dramaturgo y madre escultora, titulada Román J. Israel, Esq, Denzel interpreta a un abogado idealista y desastrado, es un hombre de fe, un picapleitos que en la década de los sesenta se enfrenta en Los Ángeles a la lucha por los derechos civiles, los derechos de las mujeres y las protestas contra la guerra.

Es un charlatán empedernido, confuso y polémico, que como un Don Quijote tiene un gran proyecto, ni más ni menos que reformar el sistema penal de California, para hacerlo más justo y protector de los débiles. No es sintético, sus ideas se desbordan y se plasman en un torrente de paginas.

Colabora con un abogado de las buenas causas,encerrado en un cuchitril‎, aportando documentación, pues tiene una memoria de elefante, pero le falta sentido practico, es solitario y huraño, misógino y desaliñado, su universo se derrumba cuando su mentor fallece de un infarto.

De este ruinoso bufete se hace cargo un abogado de éxito, sin escrúpulos, ni principios éticos, pero muy brillante, al que da vida el británico Colin Farrell‎, tras un choque inicial acepta defender a clientes sin recursos, que dan brillo y buen nombre al mismo.

El fresco se completa con su visita a la organización de los derechos civiles, donde una ardiente activista Maya se siente atraída, por este hombrón, que encarna los ideales de justicia y ansias de cambiar el mundo.

En Madrid tenemos una organización similar, la Federació‎n de defensa y promoción de los derechos humanos, poblada por personajes entusiastas, polémicos, desorganizados, caóticos, pero que son un embrión de lo que puede ser un mundo diferente, sin injusticias, ni prepotencias, otra humanidad.

El problema es, el quid de la cuestión, que no es lo mismo predicar que dar trigo, los ideales se derrumban ante el mundo real, ese mundo ideal se disuelve como un azucarillo ante la tentación. Esa ocasión la pintan calva, que si la coges traicionan tus pricipios.

En efecto nuestro abogado intachable y altruista, que crítica a sus colegas su falta de ética y su voracidad de rapiña, cae en la trampa y utiliza la confesion de un cliente acusado de un atraco en que se asesina a un vigilante‎, para rebelar el nombre del asesino y cobrar la cuantiosa recompensa, lo hace de forma anónima, pero el chivato no había hablado con nadie más y viola el secreto profesional.

Automáticamente surge el paralelismo con el juez Garzón, el juez estrella, que encarna en si, otra justicia más audaz y sin tacha‎, que se enfrenta al mundo de ETA y al narcotráfico, pero que pone micrófonos a los acusados y escucha las conversaciones con sus defensores, lo que contradice la ética de la justicia más elemental.

No es lo mismo predicarNo se puede tener grandes ideas para el común de los mortales e incurrir en groseras contradicciones, si defiendes la integridad y la libertad sexual de las mujeres, no puedes beneficiarte a la emigrante que te solicita trabajo.

El mundo de los activistas no es fácil a las grandes visiones y rebeldías con o sin causa tiene que corresponder un comportamiento coherente con lo que postulas. ‎Los intransigentes están obligados a vivir acorde a sus nobles ideales y no es fácil

No es lo mismo predicar que dar trigo.

Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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