James Bond es el personaje Inglés por excelencia, tanto es así, que la mismísima Reina Isabel, hizo un cameo para el video de los Juegos Olímpicos de Londres y entre los films que hizo este Agente 007 destaca uno de los primeros "Desde Rusia con amor", con todos los alicientes del género, mucha emoción, situaciones arriesgadas, mujeres de infarto que caían en los brazos de este agente sin miedo Inglés.
Rusia desde los tiempos de Rasputin, el que hechizaba a la Corte Romanov hasta la tenebrosa KGB con sus checas, su Red de espías, que llegaron a colocar un agente nada menos que con el Canciller Willy Brandt, el increíble y astuto Guillaume. En la Alemania oriental, la vieja Prusia, en la denominada República Democrática Alemana el jefe de los espías era un Sr. Putin, que luego alcanzaría la fama.
Los espías han estado siempre rodeados de misterio y romanticismo, no sólo la Mata-Hari, que descubría secretos de estado en lechos deshechos. Se les ha pintado con características especiales, elevando a mitos a estos agentes del M15, de la CIA, de la Stasi, del Mossad Israel. Se les ha descrito como idealistas, como mercenarios, como esclavos de amores imposibles, recordemos a tantos novelistas como el maestro Le Carre o Graham Green o el padre de James Bond, Ian Fleming.
Nunca he sido espía y a fe que he hecho muchas cosas,algunas incluso con riesgo, que permanecen ocultas en mi parte gris,pero no he podido ejercer este arte del disimulo, de infiltrarse, de robar planos de armas secretas, de sonsacar a viejas matronas casadas con los padres de la patria, pero si he tenido ocasión de verlos actuar en Roma, durante la dictadura de los coroneles en Grecia, donde se exilio el Rey Constantino. Habia conocido por casualidad a un policía de la Embajada de España, muy nostálgico y neurasténico, al que acompañe a un bar que era un covo, una guarida de espías y donde se intercambiaban las informaciones unos a otros, como buenos amigos. Alguna que otra vez me deje caer por allí y proseguía el compadreo entre todos. Espías a la italiana.
Los titulares de los periódicos de hoy se despachan con una noticia del mejor sensacionalismo contándonos que Londres y Moscú se enzarzan como en los tiempos de la guerra fría. Theresa May en los Comunes ha acusado al gobierno ruso de eliminar a sus antiguos agentes, envenenando a un padre y a una hija y haciendo perecer en circunstancias sospechosas a otro ex-agente. De las acusaciones se ha pasado a las expulsiones de 23 diplomáticos rusos y el anuncio de represalias paralelas por parte del Kremlin.
En España, a pesar del marasmo en que nos sumerge la crisis catalana el gobierno de Rajoy ha nombrado a una embajadora para estos temas de espionaje, no sabemos si con licencia o no de matar como el personaje de Ian Fleming. Sospecho que no y que está simpática funcionaria se leerá los periódicos, recibirá informes enrevesados de los Institutos especializados y hará crucigramas muy complicados.
Cuando oigo hablar de tramas rusas me siento muy escéptico, me vienen a la mente la caza de brujas, de masones, de malvados judios, de tremebundas multinacionales, de gays y de otras lindezas por el estilo. Echar la culpa al otro, etiquetado de forma siniestra, como si el mundo lo
movieran turbios personajes y todos fuéramos marionetas, peleles, que nos llevan por la nariz al odio de los malvados que conspiran contra la patria, la religión y la paz del mundo.
Se trata de una frivolidad de la May para distraer al personal del Brexit o es un golpe de efecto criminal del Kremlin en plena campaña electoral o se trata de un ajuste de cuentas entre agentes secretos. Se necesita una novela de Le Carre para descifrar este misterio.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
