Como en las variaciones sobre un mismo tema de Giambattista Vico o en las estaciones de Antonio Vivaldi los independentistas catalanes, los simpáticos indepes, tan monos con sus lacitos amarillos, siguen dando la matraca, impasible el ademán a su cansino proces, puede nevar o salir el sol, pero ellos inmutables, siguen con su Cara el Sol particular, Els Segadors, y sus cánticos tipo "Yo tenía un camarada" de feliz recordación entre los cariñosos nazis, los que construyeron el Tercer Reich.
Se llenan la boca de llibertat, con mucha ele y democràcia con el acento cambiado, mencionan a los derechos humanos sin tener el pudor de enjuagarse antes las fauces, cuando se han pasado por el forro de los caprichos a la Constitución de 1978 y a su Estatuto de Autonomía y repiten hasta la saciedad un retruécano que les sale precioso, el de los políticos presos, que sólo dieron un golpe de estado y proclamaron la República, con su ingenio inigualable lo convierten "en políticos presos". Un bonito lema, derrochando ingenio, que no se diga, un juego de palabras que corean los hinchas, las barras bravas, la torçida del Barsa y los de la Asamblea Nacional, aqué todo es nacional hasta la náusea y el Omnium Cultural.
Hay momentos en que les cubre el rubor y se ve su enajenación mental, su estado de mentes captas o mentecatos, como cuando Guardiola dice que su lacito amarillo, que lleva siempre, representa lo mismo que el rosa o rojo de la lucha contra el cáncer, equiparando la enfermedad que angustia la vida de millones de mujeres con su República catalana y sus "presos politicos". Habla de humanidad, mientras defiende los colores de un equipo capitaneado por un jeque de los muy democráticos Emiratos Árabes y antes fue embajador para el mundial de Catar. Todo un luchador por las libertades civiles. Un incomprendido.
Carlitos el Tramposo, que ha elegido su residencia en Waterloo, porque en su delirio de grandeza, se considera un Napoleón con berretina, preparando su regreso a la patria perdida, que espera anhelante a su salvador, a su caudillo redentor. En los anticuarios de Brujas esta
buscando una espada para retratarse encima de un burro catalán, vestido de payes blandiendo su tizona con aire fiero y se ensaya con sus amigos flamencos intercalando palabras inglesas con el sagrado catalán, en una arenga simbólica, cierra los ojos y después de libar con delectación un par de birras se ve pasando revista en Montjuich a sus huestes debidamente uniformados y perfectamente ejercitada por el caporal Sánchez, será su momento de gloria. Se despierta sobresaltado. Hace frío y llueve. La vida cotidiana puede ser muy dura.
El Torrente catalán está inquieto, no le gustaría terminar con grilletes, ya se ha ganado los galones de ardoroso indepe haciéndole el feo al Rey, con la inefable Colau, que para la ocasión lucía una especie de salto de cama rural, ni le saludó y ni siquiera le miró, que no traga al Borbón invasor, que para más inri lleva el nombre del odiado Felipe V, el que derrotó a los patriotas catalanes, que como Casanova habían jurado lealtad al Rey y a España, pero la historia se la cambia, está para eso para adaptarla a los tiempos gloriosos, se reescribe todos los días. Le gustaría ser y poder comportarse como su primo el Torrente de Segura y no estar sometido a protocolos y otras zarandajas.
Todos estos simpáticos e ingeniosos mequetrefes butifarrers, intentan deshacerse por medio del aburrimiento de los botiflers de esos partidos monárquicos, que deshonran a nuestro Whalala wagneriano al ritmo alegre de la sombría sardana. Su arma es el manejo de los tiempos y que se produzca una tormenta perfecta, con la defenestracion de Rajoy ocasionada por los enfurecidos pensionistas aliados a los justicieros ciudadanos, que los catapulte, de sus actuales aguas borrascosas a los lidos de la llibertat y la democràcia.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
