En medio de una revolucion puritana en que las mujeres occidentales se visten de negro afortunadamente ha llegado de la dulce Francia una reacción contra la mojigateria. En un manifiesto conocidas actrices del hexágono han reivindicado las bondades del cortejo incluso del insistente
y desempolvado los lados benéficos del galanteo.
Defienden la audacia de Don Juan y sus artes de seducción. Se sienten deseadas y no bultos amorfos y comprenden la fascinación que ejercen sobre el sexo masculino y son conscientes que sus formas de descubrir sus cuerpos incita la pasión de Adán y sus hermanos. Saben que Cupido necesita para que sus flechas causen estragos un savoir faire muy especial.
Lo que reivindican es acabar con la hipocresía y la burla. Naturalmente están en contra de la violación y de los delitos contra la integridad de la mujer. Eso no se discute, pero aceptan de buen grado la galantería, las grandes o pequeñas maniobras del amor y desdeñan el jugar con los hombres, exasperándolos y tratando de vengar a su especie, como si de repente se hubieran convertido en amazonas insensibles y despiadadas.
Este volver a la galanteria de las novelas de caballería, que eran muy osadas, redescubrir la malicia de las historias del vaudeville es volver a restablecer las relaciones hombre mujer como deben ser, como una lid donde no puede haber ni vencedores ni vencidos, pero si puede y debe brotar o asomarse al menos ese milagro de la vida que toda mujer atesora.
Apoyo con fuerza este manifiesto anti puritano que nos viene de más allá de los Pirineos. Las feministas y las ingenuas profesionales ponen un grito en el cielo y se rasgan las vestiduras. Allá ellas. Reivindiquemos la cortesía, el piropo, las flores, los bombones, las cenas románticas, los ojos encandilados de las parejas, el juego del revoloteo de las vestimentas, el abrirse y cerrar de los abanicos, el despliegue de las conversaciones por internet, los desvelos de los amantes en vela, el amor de los padres contemplado a sus bebés, fruto de la audacia y del azar y de esa fuerza indefinible que es el amor.
Estas actrices, mujeres de mundo, invitan a las féminas a darse cuenta que son hembras, que desde las cavernas han tenido que habérselas con los hombres primitivos y que deben saber manejar ese milagro, ese manantial que es la maternidad y ser cautas, coquetas, dueñas de si mismas y prestarse al baile de máscaras de la vida con alegría y cautela, con el corazón en un puño y una sonrisa en el rostro. Son mujeres y deben emplear sus armas, sus tretas, sus peripecias, sus intrigas, sus ansias de libertad y de igualdad en el universo del galanteo y en los impulsos sin los que la vida sería eternamente gris. Reivindiquemos con fuerza la cortesía y los nobles asedios del amor, hagámoslo civilizado y audaz.
Joaquin Antuña
joaquinant@hotmail.com
