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Los conciertos navideños

martes, 26 de diciembre de 2017
Los conciertos navideos Un refugio para quienes creemos en la Navidad son los conciertos. Un amigo de esos que te saludan sin que sepas quienes son y donde los has conocido, pero que os saludais muy afectuosamente siempre que os veis‎, me dio un folleto para un Concierto de Navidad, advirtiéndome que estuviera en la Iglesia de San Ignacio, de la calle del Príncipe, junto al Teatro Español en la Plaza de Santa Ana, una media hora antes del inicio.

‎Enfilé el folletito en un bolsillo y comenté al camararero galáctico Carlos, aqui tenemos músicos y de todo. Casa Manolo la castiza tasca donde voy a comer estaba llena a rebosar y para mi orgullo, no lo niego, un artículo mio de GD estaba enmarcado y colgado junto a la puerta de ingreso al comedor. Si a esto añadimos que me llaman "Guaje", comprenderéis que me encuentre a gusto y mi perenne curiosidad se centre en los parroquianos y en los advenidizos de paso. Me picó la curiosidad por saber que músicas se traía ese hombrecillo con aspecto de elfo, ojos luminosos y bigote rubio, que me había dado la invitacion.

El Concierto prometía y anunciaba una misteriosa "Kamera Tak orkestra" y las 'k' estaban justificadas por la actuación del Orfeón vasco de Madrid. Decidí asistir y como no me gusta ir solo, me puse a rebuscar con quien ir. Desde que Georgi y el perro Totó desaparecieron de mi vida, por un asunto de uso indebido de tarjetas de crédito, que todavía no se si las manejaba el gigantesco y dócil mastín o su ávida ama, a la sazón perdidamente enamorada de un colombiano y obsesionada por la cirugía estética. Sea como fuere mi vida personal se vio afectada por un terremoto.

Recibí un guasapito de Eugenia, bueno los de Putin,‎ lo escriben de otra manera, una joven inteligente activista de las energías alternativas, que había conocido en la recepción del Día de Kenia, en la Exposición Mujeres premios Nobel, en el Museo de Ciencias. En castellano un poco macarrónico se mostró entusiasmada por la música de iglesia. Nos citamos en El Oso y El Madroño de la Puerta del Sol, lugar ideal para encuentros en Madrid.

Esta tarde que prometía ser memorable empezó con un gran chasco. Se presentó otra Eugenia!, también rusa, pero muy distinta, una mujer menuda que hablaba por los codos y que sinceramente nunca hubiera invitado a un concierto. Eso si tenía cultura musical y se decía amiga y admiradora de Rostropovich y tal vez no lo dijo, del mismísimo último Zar de Rusia.

Una cola interminable, era gratis, ante el templo vasco, como San ignacio, que ha sido restaurado y parece un templo protestante, salvo algunas imagenes, que están superpuestas al blanco luminoso de las‎ paredes. Perfecto para evocar a Juan Sebastián Bach, el genial compositor y organista de Amburgo. Aquí el programa se centraba en Wolfgam Amadeus Mozart y en Jorge Federico Händel. Esta costumbre de nombrar a los músicos célebres con sus nombres completos más o menos españolizados, excepto Mozart, porque traducido pierde, me viene de una joven estudiante francesa, de mis tiempos de L'Alliance Française de Paris, que siempre se recreaba con forma esotérica con el embrujo de los nombres completos, cuya amistad se truncó en un cementerio inglés en Devon, al encontrarse con su viejo amor, en fin el espíritu de la Navidad, con sus nostalgias, se mezclan en mi cronica.

Mi amigo desconocido era el flamante director de orquesta José Luis Zamanillo, todo un virtuoso, que se agigantaba en sus contorsiones, Simeone el del Atleti podía ser un discípulo suyo, parecía que se iba romper, agitando sus brazos, dando entrada a los instrumentos de cuerda, a los de viento y al extraordinario Coro, las notas del Mesías, del Aleluya, del Aitor de ‎Jesús Guridi, del Adeste fideles y de la Noche de Paz resonaban con fuerza en esta pulcra iglesia de San Ignacio. El público de los conciertos y de la ópera es de los más entusiastas del mundo. No es raro que en la Opera de Viena o La Escala de Milán se llegue a los veinte largos minutos de aplausos en las noches para el recuerdo.

Un rito de estos conciertos es saludar a los intérpretes enfilandose en los camerinos o en los vericuetos de las sacristías, José Luis estaba rodeado por sus músicos, todavía nervioso y algo sudoroso. Se alegro de verme y nos fundimos en un abrazo navideño. Le agradecí haberme devuelto al ambiente navideño de la infancia, de la esperanza y de la ilusión. La música toca nuestras fibras sensibles y como le ocurre a Andrés en las grandes faenas de José Tomás, aflora la lágrima, se nos humedece los ojos y nos volvemos niños. ‎Si podéis os aconsejo que no dejéis de asistir a los conciertos de Navidad. Vale la pena, recogerse, conmoverse con el Niño Jesús, el pesebre, San José y la Virgen María, sumergiéndonos en el misterio de la religión.

Joaquin Antuña
joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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