"¡Infancia! ¡Campo verde, campanario, palmera,
mirador de colores: sol, vaga mariposa
que colgabas a la tarde de primavera,
en el cenit azul, una caricia rosa!"
"Elegías lamentables". Juan Ramón Jiménez.
Atardeceres de la infancia en los prados con el ganado, entre brumas, oyendo el murmullo del río y leyendo libros de aventuras o dejando volar la fantasía. Desde aquel lugar se veía una hermosa vega, el cielo azul y montañas lejanas en donde encontrar una semejanza con todos los paisajes descritos en aquellos libros.
Las tardes languidecían junto al río y el viento eterno agitaba los árboles de la orilla con una armoniosa cadencia. El sol doraba con sus últimos rayos los prados, las vacas pacían mansamente, los perros ladraban y la imaginación se perdía en los frondosos paisajes de Poniente, donde estaba la tierra de mis antepasados. Al anochecer, una inmensa soledad invadía los campos y el espíritu.
Así pasaron los esplendorosos días de la infancia. Tal vez la felicidad era aquello, pero entonces no lo sabíamos.