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El quid de la cuestión

viernes, 03 de noviembre de 2017
Nuestro corresponsal en Nueva York, el profesor Jeffrey Sacks, me ha mandado tres mensajes, tres artículos en el Boston Globe, todos sobre la El quid de la cuestiónreforma fiscal de Donald Trump.

No he podido, amigos lectores contaros nada porque teníamos encima el embrollo catalán que nos traía por la calle de la amargura. Ahora con la huida de los golpistas se puede recobrar una cierta tranquilidad.

Sacks y el partido demócrata, se oponen radicalmente a la drástica rebaja fiscal que propone el excéntrico presidente. Argumenta que eliminar los impuestos que graban el capital, favorece a los muy ricos y perjudica a las clases medias trabajadoras.

Trump propone reducir los impuestos sobre el capital del 35 al 20%. De esta forma, según los republicanos, al ganar más las empresas podrían subir los salarios y la ocupación, aunque en Estados Unidos, la desocupación es bajísima, pues es un cuatro por ciento. Los demócratas lo ven como una falacia, pues al aumentar el déficit que en Estados Unidos ya es muy elevado, habría que subir los tipos de interés con la siguiente carga infraccionaría.

Esta discusión que nos envía Jeffrey es válida para todos los países, incluida España, recordemos cuando en la época de bonanza económica en pleno Boom, Zapatero, el líder socialista decía que bajar impuestos es de izquierdas. El partido popular hizo exactamente lo contrario, prometió bajarlos, pero, inmediatamente de llegar al gobierno lo subió. Sin ingresos económicos se reducen inevitablemente las prestaciones para infraestructuras, ciencia y tecnología, energías limpias, mejora de la educación y otros programas vitales. Si se quiere favorecer a los trabajadores, se haga directamente lo que dice Sacks, mediante mejoras fiscales y otros incentivos.

Las mayores ganancias de las empresas pueden redundar en privilegiar la automación con lo que se elimina mucha mano de obra no cualificada, con lo que se consigue acentuar la desigualdad y desfavorecer a los más débiles económicamente. Además, estos super-ricos tienen la tentación de desplazar sus inversiones al extranjero en lo que los economistas llaman convertir en mendigos a tus vecinos. Indudablemente Sacks está pensando en México. Se aumentan pues, los trabajos altamente cualificados para manejar todos estos instrumentos de vanguardia y se empobrece al resto de la fuerza laboral.

El sistema de bienestar social en Estados Unidos es muy deficiente, a diferencia de Europa y no digamos de los Países Nórdicos, en que existen múltiples beneficios como la paga del desempleo, el seguro de enfermedad y el tiempo de las vacaciones.

Los gobiernos de aquí y de allá, hacen mucha propaganda con el tema de los impuestos. La pregunta es a qué sector de la población se quiere beneficiar, sin acabar con el invento, como querrían los amigos de la CUP, de las Mareas y de Podemos. Si se rompe la baraja es imposible jugar al mus ni a las pochas que es lo que hace el inefable Piqué, cuando el Rey Felipe suelta su catilinaria sobre Cataluña. Es un tema realmente peliagudo.

El empresario Roig, el de Mercadona, trata de conseguir un equilibrio entre ganancias y distribución. El Papa Francisco, que de vez en cuando recuerda su filosofía peronista, arremete en uno de sus discursos contra el esfuerzo y la competitividad. Santidad, por favor, descienda de los cielos y contemple la tierra, sin el tan predicado “sudor de la frente” sería imposible que nuestra sociedad avanzara.

En España el absentismo laboral es altísimo, el llamado mal de Mila, al que le dediqué un artículo, es una amenaza para nuestro sistema productivo que en definitiva garantiza el indispensable bienestar social. El quid de la cuestiónMi amiga Rosa, dice que no se puede fabricar vagos, y que en Estados Unidos si un día te pones enfermo, te quitan días de vacaciones. Entramos en el mundo de la picaresca que va unida a la condición humana y que los políticos normalmente olvidan en su lenguaje crítico propagandístico.

Entre la oportunidad que ofrecen las derechas y la lucha contra la desigualdad que ofrecen las izquierdas, tiene que haber siempre un punto de encuentro, entre los antipáticos impuestos y las necesarias prestaciones sociales. El quid de la cuestión que nos preocupa en todos los países, no solo a Jeffrey, es como conseguir frenar la desigualdad y aumentar el bienestar, en otras palabras la famosa frase de Ortega y Gasset “políticas para que los ricos sean menos ricos y los pobres sean menos pobres”.

joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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