Después de la reunión de Presidentes y Jefes de Gobierno de la Unión Europea del pasado 20 de Octubre, quedó claro que al tema de los refugiados hay que darle un nuevo enfoque, por dos motivos, por la nula disposición de muchos gobiernos a recibir refugiados y por el cambio de la situación militar en Irak y Siria. Es inútil fingir que se van acoger más refugiados cuando no se tiene ninguna intención de hacerlo.
Irak y Siria han derrotado con la ayuda de sus apoyos internacionales a los integristas del ISIS, se impone organizar un tipo de Plan Marshall para que los refugiados puedan volver a sus ciudades de origen, en especial los que están en campos de refugiados o en similares condiciones, en Turquía, Grecia e Italia. Estos son los que en definitiva crearon la gran crisis de los refugiados que obedecían a situaciones trágicas que reclamaban una respuesta humanitaria. La situación ha cambiado radicalmente.
Alemania se levantó de sus cenizas después de la II Guerra Mundial y con apoyo los actuales refugiados podrán retomar sus vidas. En las dos fronteras españolas de Ceuta y Melilla, quienes se agolpan ante las vallas para entrar en la Unión Europea, son en su inmensa mayoría, emigrantes económicos, que no pueden pretender obtener el asilo que corresponde a los refugiados políticos y de conciencia.
Comprendo que puede parecer impopular esta propuesta cuando farisaicamente se les está esperando, en general por gente que no tienen el poder de hacerlos llegar y que llegado el caso, si tuvieran responsabilidades de gobierno, limitarían su número, incluido en esta critica también a las iglesias, cuya vocación humanitaria es innegable pero que difícilmente podrían asimilar a millones de refugiados ante las protestas muchas veces violentas de las poblaciones azuzadas por las nuevas formaciones de extrema derecha, (véanse los casos de Alemania Austria e Italia). Por lo tanto, sería mucho más realista fomentar la vuelta de los refugiados a sus ciudades y aldeas de origen.
En un primer momento necesitarían apoyo humanitario de la Cruz Roja Internacional y de la Media Luna y de otras organizaciones de emergencia, así como la directa de los países europeos. Recomponer el tejido social de estas poblaciones será una tarea muy ardua, pero peor es su condición humana actual.
Rasgarse las vestiduras ante los incumplimientos de todos estos gobiernos y convocar manifestaciones y concentraciones de protesta, sirve para muy poco. Reclamemos a nuestros gobiernos el reasentamiento de todas estas familias cuyos tristes destinos han
hecho soñar una nueva vida en la Europa próspera. Es urgente poner en marcha este nuevo enfoque.
Respecto a los emigrantes económicos deberían implantarse un sistema de cupos como las cartas verdes de los Estados Unidos.
Tengo que confesar que me siento muy mal, cuando tengo brillantes estudiantes en prácticas en mi Fundación que, en vez de regresar a sus países, desean quedarse en España o emigrar a Alemania en vez de contribuir al desarrollo de Bulgaria, Eslovaquia, Rumanía y Ukrania y no digamos de africanos o iberoamericanos, con excelentes curriculum que no quieren regresar a sus localidades de origen. Es una fuga de cerebros muy dolorosa.
Recuerdo una muchacha moldava, también con buenos estudios que renegaba de su patria y aspiraba a quedarse en Italia, condenada a un matrimonio de conveniencia o a modestas tareas domésticas.
Volviendo al replanteamiento de la cuestión de los refugiados es preciso que no solo los gobiernos sino la sociedad civil, reaccionemos y empleemos nuestra creatividad, no solo en impedir naufragios y lamentables pérdidas de vidas humanas, sino en buscar fórmulas y modos para que los refugiados regresen tanto a Irak como a Siria.
Ha llegado el momento de encarar de forma realista el presente y futuro de los refugiados.
