Un Macron Austriaco

Las elecciones austriacas son casi invisibles. No hay carteles emborronando las paredes, ni mítines callejeros, ni altavoces, solo periódicos y televisiones son las protagonistas de este duelo silencioso. Todo muy cívico en una Viena soleada que goza de un otoño dorado y muchos turistas, abundando chinos, coreanos y japoneses. Se ha impuesto en las urnas el "wunderwuzzi", el niño prodigio Sebastián Kurz, de tan sólo 31 años, el benjamín absoluto en el panorama mundial superando a Emmanuel Macron de 39 y a Justin Trudeau de 45, de Francia y Canadá. Sebastian tiene aspecto de un chico del Opus Dei de la Universidad de Navarra, siempre encorbatado y trajeado. El yerno ideal para todas las madres casamenteras y el perfecto marido aburrido para las damas austriacas. Su ascenso ha sido arrebatador a los 24 años dirigía las Juventudes democristianas, luego secretario de Estado, después Ministro de Asuntos Exteriores a los 27 y ahora lavando la cara a su partido se ha presentado con un programa personalista, proponiendo poner al país en marcha al estilo de Macron. Tiene principios rígidos católicos, no le gustan los homosexuales. En el Centro de Europa el orgullo esta mal visto y la señora Carmena no tendría nada que hacer con su cruzada por el amor libre. Austria, Eslovaquia, Hungría, Polonia son tierras muy ortodoxas, de costumbres tradicionales, para la España del desmadre actual, son beatos y anticuados. En la Opera de Viena todavía rige la etiqueta y se conserva la tradicional elegancia, tal vez para nosotros, que vivimos tiempos prerevolucionarios, muy encorsetados. En el ideario de Kurz, que en alemán quiere decir "corto", existe la defensa del catolicismo como signo de identidad, mirando de reojo a los musulmanes vistos con sospecha y recelo y el rechazo a la emigración ilegal a miles de distancia de la apertura inicial de Merkel. Es decir es un conservador de tomo y lomo, pero adornado de dinamismo y optimismo. Ha superado a los socialdemócratas, que llevaban diez años al frente de la Cancilleria. Este partido clásico que lucha contra la desigualdad ha fallado en el capítulo del impulso económico, les ha faltado un Tony Blair, que supo aunar un programa de redistribución con la expansión económica. Los verdes divididos entre ortodoxos y maximalistas se han escindido y difícilmente alcanzarán el 4 por ciento, quedando excluidos del Parlamento, aunque el Presidente de la República Alexander van der Welle fue su portavoz. Kurz, lider de los conservadores del Partido Popular Austriaco tendrá que vérselas con la ultraderecha del Partido de la Libertad de Christian Strache, probablemente para formar gobierno, lo que ciertamente no es del agrado de Bruselas, que teme a un nuevo Orban, el vigoroso líder húngaro, en la política europea, donde los países de la MittelEuropa, centro europa, constituyen un bloque sólido muy conservador. Los socialistas de Christian Kern que han retrocedido en votos y escaños pasarán a la oposición. El populismo, de derechas a diferencias de los radical anarcomarxistas de Podemos, ha irrumpido con fuerza en Austria avalado por un 26 por ciento, quebrando el bipartidismo tradicional. Signo de los tiempos y alardeando de democracia directa y de referendums, sustituyendo a la democracia representativa por la asamblearia. Sebastian Kurz es vienés, gentil, caballero en la mejor tradición de las operetas vienesas y tendrá que derrochar su encanto de bailarín de valses para insuflar nuevos vientos al bajel austriaco, que presidirá la Unión Europea en el segundo semestre de 2018. Este Macron austriaco tiene la palabra. Europa necesita fortalecerse y al mismo tiempo saber girar sobre si misma como en las elegantes piruetas de El Danubio Azul.