Andan estos días los aficionados a la "
Fiesta" de los toros - y la tortura - con la adrenalina a cien por hora. Será la primavera.
La Plaza, el supermercado de las vanidades, el presidente, los picadores, la banda, el pasodoble "Ortega Cano", el espíritu de la Jurado, el sol, la sombra, la alta SUCIEDAD, La "Aristocracia", los bufones de la Corte, los reyes del mambo, su sadismo, los cuernos, los matadores, sus ritos medievales, sus vírgenes de papel, su machismo moruno. Su retraso mental. Unos y otros, todos, babean con la sangre.
Dan asco.
Llega el momento de la verdad. Un toro moribundo atraviesa el corazón del "Maestro". Aplaudo a rabiar y pido las dos orejas y el rabo del toreador. "Eran las cinco en punto en todos los relojes".
La gloria. El matarife sale a hombros por la puerta grande de las Ventas con su traje de luces apagado y en una cajita de caoba como la de Paquirri, camino del cementerio. Suena la música, y que vayan cayendo.
Adiós descerebrados
