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En Gijón 'yes mi can'

jueves, 07 de septiembre de 2017
Lo que en bable, el dialecto astur, quiere decir "Si a mi perro".‎ Una campaña diseñada por el ayuntamiento gijonés para atraer a mascotas con sus amos, que comprende tapinas para perros y tapas para sus dueños y entrada libre en bares y restaurantes, espacios en ciertas playas, como el rinconín en la playona de San Lorenzo y parques donde los canes pueden campar a sus anchas, siempre claro esta que no sean peligrosos. En Gijón 'yes mi can'Siempre me han gustado los perros y he tenido cuatro perritas, a cual más bonita, al menos para mi y acostumbrado a vivir en Italia, me parece muy bien esta permisividad de mis paisanos. En Italia se puede llevar al perro al hotel, a la tienda, al restaurante, a todos los sitios excepto a cines, teatros e iglesias. Mi primera perrita fue una Cocker Spaniel, que me acompaño en Madrid durante toda el bachillerato y carrera. La puse "Chang kai Check", mis resabios políticos. Vivió y murió conmigo. Estaba muy hinchada y mientras la acariciaba se quedó fría. Se murió. La segunda una boxer, que infundia miedo, fue una historia de amor. El flechazo surgió en una noche de agosto muy caliente, estaba cenando al aire libre en una Pizzeria del Trastevere de Roma, con Alina una buena moza muy frondosa, que vendía pisos. La perrita se acerco a nuestra mesa y nos miro con ojitos muy tristes, se zampo lo que le dimos y se quedó alli, quieta a perro puesto y al levantarnos nos siguió serpenteando por estas callejas tan llenas de historia. La adopte y la puse de nombre "Bonita", no le habían cortado el rabo y era una boxerina singular, porque además no le gustaban ni los curas ni los carabineros, era un perro acrata, lo que en la Ciudad Eterna la hacia peligrosa. Mordió a Monseñor Laboa, entre otros prelados y sacerdotes. Un mordisco a un carabinero en los jardines del Janiculo, cerca de la estatua de Garibaldi dio conmigo en una Comisaría, con la reprimenda del simpático comisario, que me exhortó a no dejar a mi perro retozar mientras me entregaba al galanteo nocturno. En aquellos tiempo viajaba mucho por trabajo y una amiga francesa Françoise, Fanfi, se me ofreció para cuidar a la perrita, al final estando en Burkina Fasso me la abandonó y se casó con un yugoeslavo. La tercera una pastora alemana, con padre pastor belga, me la regaló en la embajada de Marruecos, en la recepción de la Coronación del rey, el periodista de ABC Javaloyes. La bauticé "Bambolina". Esta preciosa perra quedó depositada en una casa baja de Las Matas con una simpática familia extremeña en la que brillaba la Paty, una espléndida moza que adoraba a los animales, pero cuando se casó con un muchachote del PSOE, de Las Rozas, me quedé sin mi querida mascota. La cuarta aventura fue otro regalo, mientras veía un partido del Madrid, Georgia apareció con una cachorrilla de mastín, una divinidad, pero creció rápidamente y "La Peque" se convirtió en un perrazo turbulento, me la cambiaron por su hermano Totó muy pacífico, pero inmenso, un perrón en toda regla. La felicidad no duró mucho. Me lo secuestraron y me dejaron con el mono. Puede que Georgia y Totó o La Peque vuelvan y en ese caso me los llevaré sin duda a Gijón, a esta ciudad abierta a amos y mascotas, donde se puede decir con justicia "Yes mi can".
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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