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Asignaturas pendientes

martes, 05 de septiembre de 2017
Se les ha dicho que son la generación más preparada de la Historia. Sus papás presumen que tienen tantas carreras, cursos de mil especialidades y másteresy que vivir en su patria resulta frustrante para su desarrollo y valía. Sus deudos sienten orgullo de ellos y se vanaglorian de no verlos en todo el año porque comprenden muy bien que se vayan al extranjero a desarrollarse, aunque luego trabajen de friegaplatos en un hotel de Manhattan. ¡Pero cómo presume decir que viven en Estados Unidos!

Dicen que les resulta agobiante y sin posibilidades para desarrollarse profesionalmente y que, por tanto, hay que renunciar a vivir con los abuelos que pasan la vida esperando la caricia de un nieto. Pero poca importancia tiene eso, si les han enseñado a no codearse con el resto de los mortales y no contestar al saludo a aquellos que consideren inferiores; se han acostumbrado a no hablar con personas que no vivan en ese mundo tan maravilloso del medrar sin mirar al lado y sin practicar ejercicios tan simples como la humildad, la educación, el respeto, la consideración, la introspección… asignaturas tan básicas como la Historia. Y todo porque papá y mamá han confundido educación con dinero, orgullo con humildad, valía con respeto y consideración.

Todo lo viejo es una antigualla y el codazo y el medre personal una meta que hay que ganar.

Para ser imbécil no hace falta correr mucho en la tierra de los narcisos y hedonistas.
Pero, caros amigos- y digo lo de caros en ambos sentidos- hay algunas asignaturas pendientes: la filosofía no termina en Aristóteles o Kant; la educación no se aprende en un manual de usos varios; el respeto- todavía pendiente en los centros de enseñanza- ha de practicarse más que se declara. Porque lo digo sin ambages: la violencia que medra ante la apatía de quien debe corregirla, la desmesurada autoestima, que ve en la humildad un defecto de mayores, el lenguaje soez, grosero y agresivo en cualquier lugar y circunstancia,la desconsideración y trato vejatorio,en especial en la pareja, la absurda vanidad y la búsqueda del aplauso…queridos míos, forman parte activa de vuestro patrimonio.

Y ¿qué decir del dinero? Vivís obsesionados, renunciando a los principios, si es que los tenéis, y luchando despiadadamente por él sin comprender todavía, que sólo es una herramienta para la vida y si bien es cierto que os permite gozar de muchas cosas mundanas, no vais a poder comprar ni el amor ni la felicidad. Pero eso no es sólo culpa vuestra. Vuestros progenitores taladraron vuestra mente con mitos estúpidos tales como estudiar para tener dinero, en vez de estudiar para aprender; os enseñaron a ser ricos para que os respeten, cuando el respeto se gana con el proceder en la vida; os enseñaron que es muy importante alcanzar un estatus social y para ello hay que ser altivo con los humildes, cuando en realidad el estatus es un absurdo convencionalismo sin sentido fruto de la imbecilidad del ser humano.

Porque os debieran de advertir que el ser humano lleva la imbecilidad en el ADN. Os enseñaron muchas cosas así porque vuestros padres vivieron cómodos sin pensar, instalados en un individualismo egoísta, ajenos a los avatares del mundo como si este fuese ajeno. Porque ellos estaban, y siguen estando, convencidos de que lo importante es el dinero. Y, si para conseguirlo hay que mentir, engañar, traicionar, negar la evidencia, ser cobarde, acomodarse, reír la gracia del rico y hasta ser servil, miserable… pues se practican esos deportes y, si fue necesario perder la honestidad, dignidad u otro largo etcétera, se hace, no hay problema.El mundo de ellos funciona así.

Pero no todos piensan así. También hay padres que practican y enseñan valores; hombres y mujeres que ni se prostituyen ni se venden; personas que anteponen la verdad a cualquier consideración mundana; padres pobres que no saben ni robar ni doblegarse ante el abuso; personas fiables y honradas con la que da gusto convivir; hombres que conocen el valor real del dinero y son capaces de practicar la caridad con los necesitados; individuos que respetan y tratan con educación y dulzura a sus semejantes; hombres humildes que nos enseñan a vivir sin presunciones ni absurdas vanidades; mujeres tiernas y abnegadas señoras de sus vidas y dignas de la mejor consideración.

Siento decirlo, muchachos: No todos estáis suspensos, pero hay muchos a los que les subieron en grado sumo la autoestima para convertirlos en soberbios; muchos que miran a los demás con displicencia considerándolos torpes; muchos que se olvidan de sus orígenes y niegan lo evidente y que los demás recuerdan; desagradecidos que no recuerdan las fuentes de su conocimiento; presuntuosos que creen haber inventado la rueda de afilar y menosprecian los saberes de los mayores; ególatras que se creen protagonistas de la Historia… es necesario recuperar la autocrítica, el espejo de la calle para no subirse al pedestal. Reconocer en los humildes su valor; guardar las formas y utilizar la urbanidad tan en desuso; ser cariñoso con los ancianos y enfermos; practicar la conversación inteligente; usar los conocimientos para compartir, no como exhibición; involucrarnos en tareas colectivas de altruismo; luchar y no desfallecer en ilusiones de bien común; ser jóvenes y enamorarse las veces que haga falta; combatir el tedio y todas esas chorradas de los adultos como los estatus, la moda, los convencionalismos y ese miedo absurdo a esos estereotipos de adultos, iconos sociales, tan vacíos como inconsistentes.

Sólo hay que estudiar una asignatura: ser PERSONAS. Lo demás es cuestión de esfuerzo por entenderlo y practicarlo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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