Nos quedamos solos, amigo

In memoriam de D. Celso Arango, a su señora Dª Marisa López.

La vida a veces nos presenta a personas que no sabemos apreciar en su justa medida y, cuando lo hacemos, comprendemos comportamientos que antes nos resultaban raros, absurdos o simplemente distintos. Lo digo, desde una perspectiva en la que el tiempo convierte a una persona sociable en otra esquiva, reacia y hasta solitaria. ¿Dónde va aquel carácter agradable, afable, sincero y valiente? ¿Dónde está el interés por buscar remedio para los problemas cuando se llega a un grado tal de frustración en el que el ser humano resulta tan vacío, superficial y escaso de valores?

Siempre quedan las excepciones y algunas personas que piensan en cosas mucho más trascendentes e importantes para la vida.

Pero hoy quiero hablar del hastío que produce cruzarse cada día con individuos que nos cuentan un sinfín de vanidades, problemas médicos, cotilleos de vecindario y hasta confidencias de amigos… que muestran la simpleza de su filosofía, su dosis de egoísmo, su mundo tan pequeño como estrecho, su afán por destacar en la sociedad, su nula o escasa personalidad, su servilismo, su exhibición de ignorancia, su adecuación, si las tienen, de la ética y la moral, a sus propias conveniencias.

Hoy quiero hablar del hastío, del cansancio, de la frustración y la negatividad que generan estas gentes de corazón tan pobre. Y lo hago, porque siento decirlo, son muchas, demasiadas… Fácil es comprender, desde esta perspectiva, muchos de los fracasos que se avecinan: aumenta la discrepancia entre padres e hijos porque éstos son educados en una permisividad mal entendida;crece la violencia en todos los ámbitos, porque no somos capaces de generar argumentos que la desmonten; aumenta la xenofobia porque no acabamos de asumir a los diferentes; inventamos bulos e interpretamos noticias para reforzar nuestras posturas y mantener nuestra vida de privilegio, cuando no de lujo. Nos mentimos a nosotros mismos para justificarnos. Montamos belenes, procesiones y mil otras historias tergiversando mensajes o simplemente inventándolos.

Tenemos imaginación, fantasía y picaresca para conseguir dinero- no importa el cómo- para mostrar una imagen de triunfadores y así ser referentes sociales. Eso sí, ídolos de barro, de gomina y pasarela. Absurda manera de llamarse hombres o mujeres. Pero es lo que hay, dicen los inmovilistas…y algunos aún se atreven a decir que gozan de una alta calidad de vida. Tanta complacencia a mí me hastía.

Y todo ello quizás pudiera soportarse si se atisbaran unas generaciones de cambio en la que se pudiera intuir esperanza, pero me temo que lo que se avecina es una nueva vuelta de tuerca donde aumenta el egoísmo y encoge la solidaridad, donde se vive para la fama y exhibirse en la pasarela de las vanidades mientras se desprecia al humilde y las enseñanzas de la Historia. Me temo también que tiene en Cristo al Dios de la comodidad, de andar por casa y hasta de catequesis y otro mucho más permisivo y exhibicionista para sus intereses: el becerro de oro. El primero encaja muy bien para su estatus e imagen, el segundo es al que realmente adoran.Y eso lo perciben bien los cachorros, que huyen, se rebelan y, sobre todo, se hacen preguntas porque exigen coherencia.

Y uno se pregunta ¿Qué hemos hecho mal? Fíjese el lector en las veces que diariamente se habla de dinero; vean la cantidad de padres que presumen de lo que tienen tras una falsa pantalla de humildad; vean el orgullo de los mismos de haber preparado, que no educado, a sus hijos con carreras, másters y mil éxitos; observe las artimañas y pocos escrúpulos para ser reconocido socialmente; compruebe hábitos de lenguaje despectivo, lecciones de xenofobia… y un largo ecétera que está ahí. Vea, pues como viven y la cosecha. De tal palo, tal astilla y de tanta falta de coco estas estampas.