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Caminos y enfrentamientos

sábado, 08 de julio de 2017
Las personas estudiamos Historia con el fin de conocer el pasado y corregir errores para abrir caminos de futuro. Y es por ello, y con estas premisas, que conviene ver la realidad del presente para encauzar nuestras inquietudes.

Viene esto a colación porque, viendo la deriva que lleva la sociedad con la globalización económica, la revolución tecnológica, la integración de naciones en estructuras mayores como puede ser el Mercado Común Europeo, el intercambio cada día mayor de personas por lugares, parece un contrasentido revivir el nacionalismo más excluyente (me refiero al catalán), que no deja de ser un viejo sentimiento romántico de finales del XIX y principios del XX, carente de una consistente base histórica por más que cierta burguesía privilegiada invente "Diadas" y otras mil argucias, pretendidamente históricas, para justificar sus propios privilegios. Otra cosa, en cambio, sería proponer un sistema federalista, de corte socialista, como pretendía serlo el nacionalismo gallego y que tenía un trasfondo más futurista y universalista. Un federalismo de regiones dentro de una Europa unida.

Quizás, desde esa ventana pudiera recomponerse el puzle y, sobre todo, reequilibrar la economía con un mayor protagonismo de las regiones históricamente marginadas en beneficio de otras como la propia Cataluña o el mismo País Vasco. Porque ni Sabino Arana logró su objetivo, por las deficiencias de su intransigencia, al negar la influencia de los maquetos en la industrialización del País Vasco y que surtieron aquella tierra de mano de obra; ni ahora los Artur Mas, Puidemont o Pujol, que desprecian altivamente la evidencia de la influencia de millones de charnegos en el devenir de Cataluña, lograrán, es mi percepción, imponer sus criterios. Y es que las maniobras de los excluyentes y privilegiados “patriotas”, los que tiene la economía en bonos basura, que falsifican la Historia (Por poner un solo ejemplo, Escocia y Cataluña no guardan nada en común) y manipulan ignorantes para mantener sus estatus, los que actúan al peor estilo estalinista cesando a cualquier discrepante (curioso ejercicio de actitud democrática) caerán como fruto maduro merced al seny de sus vecinos, que impondrán la cordura ante tanto iluminado.

Cualquier persona mínimamente objetiva, quizás convenga conmigo que ambas regiones son admirables en múltiples aspectos: desde sus gentes, hasta su laboriosidad; desde su grado de desarrollo hasta su cultura… Admirar sus pueblos medievales, disfrutar de sus playas, leer en el paisaje, disfrutar de su gastronomía… y, sobre todo, convivir con sus gentes es una delicia. Ahora bien, que hoy estén gobernados por mediocres manipuladores, demagogos, ignorantes y, sobre todo, corruptos, o simplemente “caceros”, es algo habitual. Eso también pasa en otros puntos de España.

Nos guste o no, que a mí tampoco me gusta todo, lo cierto es que estamos en el mundo de la globalización, de las tecnologías, que cada día hay más posibilidades de que haya seres inteligentes fuera de la Tierra, que la gente se desplaza de un país a otro por múltiples factores, que la Tierra sufre un inexorable cambio climático, que se imponen políticas de gran grupo o alianzas, que la agricultura fluctúa en bolsa, que la comida cada día es más artificial, que la industria farmacéutica no está orientada a curar sino a dar beneficios, que los bancos son cuevas de Alí Babá, que los jueces son empleados de los políticos, que la esclavitud se llama reforma laboral… en fin, un mogollón de problemas más importantes que reciclar a unos “mártires de la libertad” catalana. Y voy yo y se lo creo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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