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San Antonio, contra los corruptos de hoy

miércoles, 14 de junio de 2017
SAN ANTONIO: muy duro, predicador de sermones inflamamados contra las riquezas de un tipo de Iglesia y sociedad centrada en el poder y en el dinero: CONTRA LOS CORRUPTOS DE HOY.
Pero fue también profeta.

Antonio fue, al mismo tiempo, hombre de paz profunda y de reconciliación con la naturaleza (ecología) , con los peces del mar o del río, los pájaros del cielo, amigo de niños y de mujeres necesitadas y de pobres de todos los caminos.

Antonio, la utopía cristiana

Antonio es (con Francisco) el hombre de la utopía, el profeta de una paz que los hombres debemos buscar y cultivar. Fue y sigue siendo un hombre de Iglesia, en Lisboa su tierra y en Italia, su campo de misión. Se opuso a la nueva burguesía, que empezaba a dominarlo todo con dinero... Y así mantuvo una tradición medieval de rechazo a un dinero injusto y a un razonamiento nuevo que era capaz de justificarlo todo con razones ideológicas.

Era canónigo, sabía latín, había estudiado la Escritura, era un hombre importante en Lisboa... Pero quiso unirse a los pobres de Francisco, poniéndose al servicio de todos, abriendo un camino de reconciliación social y cósmica qye han acogido y desarrollado visionarios utópicos y amigos de los pobres.

Antonio era un medieval "preilustado" (preescolástico), Anterior a Tomás de Aquino y a Duns Escoto, pero no era menos inteligente que ellos, y sus sermones siguen siendo una de las mejores fuentes para conocer el evangelio y la vida (pecado) social de su tiempo.

No escribió tratados, pero dejó sermones ejemplares, que le han hecho Doctor de la Iglesia, aunque son (somos) menos los que estudian (estudiamos) sus obras. Pues bien Antonio, que era gran teólogo (a diferencia de Francisco de Asís o Serafín de Sarov, que no lo fueron), han creído en la profecía, ha buscado la paz con el hermano lobo y el hermano oso... y ha ofrecido así el mayor servicio a su sociedad y su iglesia.

Por eso hoy quiero recordar al hermano y padrecito Antonio de Padua, un hombre poderoso, experto en Escrituras (primer teólogo de los Hermanos Menores). Se dice de él que predicaba a los peces del mar, que dialogaba con los pájaros del cielo, y que enseñó la mejor teología a los mejores primeros franciscanos, siendo del agrado de Francisco, que le tuvo como obispo y teólogo.

Que Antonio, cuya memoria celebramos ayer y Francisco de Asís ayuden al hermano Francisco Papa a escribir bien su carta sobre la ecología, en la que entran también los pájaros.

Un profeta

Alguna vez he leído los sermones de Antonio, con la ayuda de Dionisio Castillo (q.e.p.d), que me enseñó a "murmurar" sanamente de un tipo de sociedad y de Iglesia que Antonio había criticado, con amor inmenso, pero con inmensa dureza. Hoy quiero citar sólo un ejemplo de su Sermón del Domingo de Sexagésima, dedicado en parte a la "avaricia", es decir, a los usureros que comercian con dinero, a costa de los pobres:

Sigue: “Una parte de la semilla cayó entre las espinas que, germinando juntas, la ahogaron” (Lc 8, 7). El tercer sector del arca de Noé estaba destinado a los animales feroces. observa cuánta correspondencia hay entre las espinas y los animales feroces, que simbolizan a los avaros y a los usureros. Son espinas, porque la avaricia captura, punza y hace sangrar; y son animales feroces, porque la usura arrebata y se traga.

Diga, pues, el Señor: “Una parte cayó entre las espinas”, que, corno El mismo comenta, son las riquezas, que aferran al hombre y lo frenan. Y Pedro, para no ser capturado y frenado, dice al Señor: “He aquí que nosotros lo hemos abandonado todo y te hemos seguido” (Mt 19, 27).San Bernardo lo felicita así: “¡Hiciste muy bien, oh Pedro! Cargado, no hubieras podido seguir al que corre”.

Las espinas punzan. Dice Jeremías: “Egipto es una novilla refinada y hermosa; pero le vendrá del norte el instigador” (46, 20). Egipto, que se interpreta “tinieblas”, es el avaro, envuelto en las tinieblas de la ignorancia. Es llamado “novilla” por dos motivos: por la lascivia de la carne y la inestabilidad de la mente; es llamado “refinado”, porque está atestado de hijos y de parientes; también es llamado “hermoso” por la posesión de edificios y por la belleza de los vestidos. A esta novilla le llega el instigador, o sea, el diablo, desde el norte, del cual, corno dice Jeremías, “se expandirá todo mal” (1, 14).

El instigador la atormentará con el estímulo de la avaricia, para que corra y recorra, con el objeto de juntar las espinas, o sea, las riquezas, de las que dice Isaías: “Las espinas amontonadas serán quemadas por el fuego” (33, 11

La espina punza y, punzando, hace sangrar. “Toda alma, dice Moisés, existe o vive en su sangre” (Lv 17, 14).La sangre del alma es la virtud, de la que el alma vive. Por esto, el avaro destruye la vida del alma, que es la virtud, cuando ansía acumular riquezas. Dice el Eclesiástico: “No hay cosa más inicua que la de amar el dinero. El avaro en su vida echa fuera sus entrañas” (10, 10), o sea, las virtudes.

Añade el Señor: “Y, germinando juntas, las espinas ahogaron la semilla”. Dice Oseas: “Zarzas y abrojos cubrirán sus altares” (10, 8). La zarza es un arbusto que se adhiere a los vestidos; el abrojo (en latín tribulus) se llama así, porque, cuando punza, produce tribulación. Zarzas y abrojos son las riquezas, que se pegan al viandante y lo atormentan. Ellas crecen sobre los altares, o sea, en el corazón de los avaros, en el cual se debería ofrecer a Dios un sacrificio, o sea, un espíritu contrito; en cambio, ahogan la semilla le la palabra de Dios y también el sacrificio de un espíritu contrito.

A las espinas corresponden los animales feroces, que, como hemos señalado, son símbolos de los usureros. De ellos dice el Profeta. “Mira ese mar inmenso y espacioso en sus partes; allí bullen reptiles sin número, animales enormes y pequeños. Por allí se pasean los navíos” (Salm 103, 25 26). Presta atención a las palabras: el mar, o sea, este mundo, lleno de amargura; es grande por las riquezas, y espacioso por los placeres, porque “espacioso es el camino que lleva a la muerte” (Mt 7, 13).

Pero, ¿para quiénes? No ciertamente para los pobres de Cristo, que entran por la puerta estrecha, sino para, las manos de los usureros, que ya se adueñaron del mundo entero. Por causa de sus usuras las iglesias se empobrecieron y los monasterios fueron despojados de sus bienes. Por esto el Señor se queja en Joel: “Una nación, poderosa, innumerable, invadió mi país; sus dientes son como dientes de león; sus muelas como de leoncillos. Dejó mi viña en ruinas y destrozó mis higueras; las desnudó y despojó; y sus ramas se volvieron blancas” (1, 6 7).

La “gente” maldita de los usureros, fuerte e innumerable, cuyos dientes son como dientes de león, creció sobre la tierra. Observa dos cosas en el león: el cuello inflexible, en el que hay un solo hueso, y el hedor de los dientes. Así el usurero es inflexible, porque “no se inclina ante Dios ni teme al hombre” (18, 2). Sus dientes hieden, porque en su boca hay siempre la humareda del dinero y el estiércol de la usura. Sus muelas son como de leoncillos, porque arrebata, destruye y traga los bienes de los pobres, de los huérfanos y de las viudas.

El usurero reduce a un desierto la viña, o sea, a la Iglesia del Señor, porque con la usura se apodera de sus bienes; y descorteza, desnuda y despoja la higuera del Señor, o sea, la casa de alguna congregación, cuando cor, la usura se apropia de los bienes que a esa congregación le entregaron los fieles. Por esto, “sus ramas se volvieron blancas”, es decir, los monjes o los canónicos de aquella observancia están afligidos por el hambre y la sed. He ahí cuáles manos hacen la limosna: ellas chorrean sangre de los pobres. De ellas en el Salmo se dice: “Allí, en el mundo, los reptiles son innumerables” (Salm 103, 25) (cf. San Antonio de Padua, Sermones Dominicales y Festivos, Maestros Franciscanos, Ed. Espigas,Murcia 1994)
Observa que hay tres especies de usureros.

Hay algunos que practican la usura privadamente: éstos son reptiles que se deslizan a escondidas y son sin número.

Hay otros que hacen usura públicamente, pero no en gran cantidad, para parecer misericordiosos: y éstos son animales pequeños.

Hay otros usureros pérfidos, facinerosos e impudentes, que practican la usura delante de todos, como en la plaza: y éstos son los animales grandes, más crueles que los demás, que serán presa de la caza del demonio y tendrán seguramente la ruina de la muerte eterna, a menos que no restituyan lo mal quitado y después hagan penitencia.

Y para que puedan hacer una penitencia adecuada, “allí”, justamente por medio de ellos, “las naves”, o sea, los predicadores de la iglesia deben pasear y esparcir la semilla de la palabra de Dios. Pero, por causa de nuestros pecados, las espinas de las riquezas y los animales feroces de las usuras ahogan la palabra tan asiduamente sembrada; y por ende no hacen fruto de penitencia.

Un canto a la reconciliación de los animales, con los pájaros del cielo

Mi abuela sabia, y cientos de abuelitas con las que después he hablado, no sabían mucho de la profecía de Isaías (no se la habían enseñado, no les dejaban leer bien la Biblia), pero sabían en euskera o castellano el Canto de los Pajaritos de Antonio. Preguntad a vuestras abuelitas, si viven, a vuestras madres, si son mayores… Seguro que lo recuerdan.

No es un canto de leones y de osos, de panteras y corderos… La leyenda de San Antonio no tenía tanto atrevimiento como Isaías. Pero era canto de pájaros que escuchaban obedecían al niño Antonio, pastor de las aves del cielo. Seguía así viva la vieja profecía, aunque en tono menor. Seguía viva y alimentaba la imaginación de cientos de hombres y mujeres, que querían un mundo distinto.

He conocido personas que han despreciado este canto de Antonio, me han dicho que eran niñerías, formas de engañar a la gente. Pero (por citar a un hombre a quien algunos no ven con buenos ojos) el mismo K. Marx decía que las utopías poéticas y visionarias han alimentado la buena esperanza de los hombres. El canto de los pajaritos, siendo hermoso, puede y debe ser una canción protesta contra el mundo actual, consumista, violento, sin auténtica ternura y si deseo de una transformación radical.
Rodriguez Patiño, Luis Ángel
Rodriguez Patiño, Luis Ángel


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