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Un amor trágico

jueves, 08 de junio de 2017
Un amor trgico ‎Una cooperante canadiense bella, rubia como nos gusta a los latinos, generosa con los más desfavorecidos, dando sus mejores esfuerzos, su fuerza vital a una ONG, como tantas muchachas europeas y americanas que sueñan con un mundo mejor y se entregan sin tregua ni pausa a las buenas causas, las que nos hacen ser más y no tener más. Esta maravillosa joven se paseaba enlazada con su novio, con ese mágico reclamo de quienes se aman,tal vez proyectaban un futuro juntos bendecidos con hijos cuando una furgoneta blanca segó su vida y falleció ensangrentada en los desesperado brazos de su amado. Parece el final de una ópera romántica o de un folletín lacrimógeno y sensiblero digno de Puccini o de Corín Tellado y sin embargo es una trágica realidad. Recuerda la muerte del pintor Mario Cavaradossi en Tosca, la de Madama Butterfly, la de Julieta. Que tremendo, que ruleta cruel, que destino inmisericorde que se niega a los besos y a los abrazos y sella con un osculo mortal a la elegida por el destino. Como persona que vive desde hace más de 40 años en ambientes de solidaridad no he podido no estremecerme y humedecer los ojos ante esta canadiense generosa que en medio del amor y el afecto, sufre el cruel sacrificio de su cuerpo. Ese mismo cuerpo orientado hacia los demás, que perece en una ruleta trágica. Una amiga pintora Irene Iribarren pintora de cardenales, embajadores y hasta Papas me reprocha de frivolidad en mis crónicas sobre las embajadas. Le doy la razón me apasiona el vaudeville y en las recepciones pululan grandes damas, elegantes y cultas, un floron de la sociedad. Me gusta utilizar la ironía frente a estas damas de alto voltaje, pero Irene querida, es únicamente una sátira como hacían Oscar Wilde y Jardiel Poncela, que no las denigra, ni mucho menos, es una forma de admiración encubierta, pero como no conmoverse ante esta chica canadiense y reconocer cuales son los grandes valores que deben orientar nuestras trayectorias ciudadanas. El yo te quiero, eterna letanía de los cofrades de la Diosa Venus, que repiten incansablemente los amantes y este amor arrancado, eviscerado, ensangrentado nos impresionan y nos llena de tristeza. Resuenen los himnos etéreos del Edén para recibir a esta estupenda joven, cuyos asesinos creen que matando infieles les recogerá amorosamente el arcángel Gabriel, se equivocan han leído mal su sagrado Corán y terminarán en las llamas del infierno y desde ahora están rodeados del oprobio ciudadano. No es así que se construye un mundo mejor, arrancando los besos, destripando los abrazos, sino como eligió esta chica proyectada hacia la solidaridad. Vaya nuestro recuerdo y nuestro amor a quien perdió su vida en brazos del amado. No Irene, por favor dedicale uno de tus maravillosos retratos, que tan renombrada te han hecho y por mi parte pido una oración a los lectores de GD o un compungido minuto de silencio a quienes no tienen la suerte de la fe. Vives en nuestro recuerdo y en ese fIrmamento en que brillan como estrellas los seres que en vida han bebido el amargo cáliz del martirio. Hasta siempre, que el buen Dios te conceda el amor que unos imbéciles fanáticos te han quitado.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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