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El calvario del aficionado

lunes, 29 de mayo de 2017
El calvario del aficionado No somos los coptos perseguidos por los yihadistas en Egipto, ni las niñas raptadas por Boko Haram en Nigeria, pero somos una minoría acechada y hostigada por una horda de animalistas y de ecologistas que han elevado a los animales como si se trataran de humanos y por vendepatrias que quieren dinamitar ‎una de las tradiciones más antiguas de España y que incluso destruyen a los preciosos toros de Osborne, que son como una atalaya de los campos de pan y llevar, de olivares y de cítricos que salpican y enriquecen el paisaje hispánico. En la Feria de San Isidro nos encontramos los resistentes como si fuéramos numantinos, que defienden sus tradiciones y su patrimonio cultural intangible. Hay una alegría especial entre los espectadores, que llenamos durante 35 días la Plaza de Toros de las Ventas del Santo Espiritu,que es el nombre completo del coso venteño. La Fiesta esta proscrita por el pensamiento único, de esta España que se desperto tolerante en la transición democrática y que ahora en que brotan los populismos indignados se está acostando intolerante y dogmática. En el nuevo credo que impone al hombre grotescamente diverso, a la mujer feroz y virulenta, que rehuyen de la armonía y de la alegría, sustituyéndolos por la mascarada y la farsa hiriente, que destruye los códigos de la estética y reniega de la belleza imponiendo el feismo y la chabacanería. En un panorama así es imposible que se aprecie la belleza del toreo, de la lucha entre el hombre y la fiera, que propicia su comunión en momentos sublimes en que el ángel aparece y flota sobre el albero de las Ventas. Una multitud embrutecida y encorsetada en reglas de odio y prohibición, dan la espalda a nuestra fiesta nacional y se apuntan a quienes quieren prohibirla. Llevan ojeras imperceptibles y siguen como borregos las nuevas normas que dictan rigurosamente lo que deben pensar y como actuar. A estos seres robotizados no les gustan los toros, por espectáculo cruel y sangriento, ignoran el hedor de los mataderos y la ley de la jungla que impera en esa naturaleza que dicen tanto amar y respetar, pero la desconocen y la amaestran. Los perseguidos, los resistentes, somos felices de vernos como gran familia desdeñada, pero orgullosa de participar en esta fiesta de la belleza y del amor por un animal totémico, que existe por la mera existencia de las corridas y de las preciosas dehesas, que se alimentan de la cría de estos bellisimos animales y todo el mundo del toro, ese emporio de riqueza en torno a nuestra fiesta. Es difícil que nuestros detractores comprenden el gran amor que tenemos por este animal mítico. Protegeremos este rincón del alma ibérica, que se encuentra en riesgo de extincion. No pasarán.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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