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Negación

sábado, 22 de abril de 2017
Negacin Pocas veces el cine transmite de forma tan clara un debate de ideas, como lo hace la película de Mick Jackson Negación, entre la profesora ‎Deborah Lipstadt neoyorquina y judía y el escritor inglés David Irving, que describe el juicio que se celebró en el año 2000 en el Old Bailey, el Palacio de Justicia de Londres. La una apologista apasionada y el otro negacionista radical del Holocausto. En la última década del siglo XX se cuestionó no sólo su amplitud, sino incluso su misma existencia. Hubo una oleada negacionista, que justificaba a los nazis y propagaba el antisemitismo. David Irving, un seudo historiador, en realidad un propagandista, que pretendía hacernos creer que Hitler no ordenó el exterminio de los judíos, ni mando construir las cámaras de gas, que rebajaba a estancias para despiojar a los prisioneros y reducía muchísimo el número de víctimas. Deborah Lipstadt una apasionada apologista defendía la veracidad de los seis millones de judíos exterminados y el sufrimiento que se vivió en los campos de concentración, como el de Auschwitz Birkenau, como política deliberada de Hitler y su régimen nazi. La justicia inglesa dio la razón a Deborah y certificó que un negacionista como David mentía a sabiendas. Esta polémica se tradujo en Alemania en una ley que castiga con cárcel el negacionismo. El antisemitismo ha sido una constante desde tiempo inmemorial, las juderías lo atestiguan, los progrom lo certifican y la Endlösung, la solución final, fue su última manifestación del antisemitismo virulento. El nazismo no pretendía convencer, lo que ahora denominamos sensibilizar, sino cortar de raíz, exterminar, por eso mandaba a las cámaras de gas también a las embarazadas y a los niños. La Pascua judía el Pesaj, cuya vigilia es el Seder, la cena, conmemora el cautiverio de los judíos en Egipto y su huida en pos de la tierra prometida. No es difícil trazar un paralelo entre el Holocausto padecido por los judíos en Alemania y Austria y su éxodo a la tierra prometida de Israel. El moderno antisemitismo se cebara en el ataque a Israel, como moderno Moloch, que expulsa de sus tierras a sus pobladores los palestinos y en explotar los viejos resquemores, las sutiles miasmas, los prejuicios contra los judíos, que Shakespeare inmortalizó en el Mercader de Venecia. Por parte judía el cine conseguirá llevar a las multitudes el horror del Holocausto con películas como El Pianista o La lista de Schindler o mediante la literatura como El diario de Ana Frank. El Museo del Holocausto en Jerusalén es un testimonio vivo de la tragedia asesina que se descargo contra el pueblo judío, describiendo también el potente antisemitismo de la Europa del Este, que coadyuvo a la barbarie nazi. Quien lo haya visitado sabe a que me refiero. Es impresionante, pone los pelos de punta. Es una cura de caballo contra el antisemitismo. Sin embargo la cuestión palestina empaña la situación actual de Israel y hay que diferenciar entre quienes no negamos y nos horrorizados con el Holocausto, pero no estamos conformes con la permanente represión contra los palestinos y al despojo de sus tierras y construcción de un muro. Repudiamos los ghettos ahora palestinos, la destrucción de sus casas, la opresión de los puestos de control, los 'check points', la omnipresencia de un ejército armado hasta los dientes, con jóvenes soldados, chicos y chicas de corta edad, junto a soldados muy experimentados. Todo ello en uno de los países, más bellos del mundo, la Tierra Santa, donde las tres religiones del Libro tienen sus principales santuarios, desde el Santo Sepulcro, la Mezquita de la Roca y el muro de las lamentaciones del Templo de David. Donde reina la incomprensión y la discordia tiene que algún día imponerse la fe compartida.Se puede admirarlos, entenderlos y desde una óptica europea, admirar la fe de sus creyentes, la democracia y promoción de la mujer de los israelitas, la perseverancia y la fe en su pueblo de los palestinos y la justificación de sus reivindicaciones. Las tres religiones tienen que descubrir a su dios misericordioso y aprender a convivir en paz, tal vez como dos países o como un estado unitario que gobierne con sabiduría a estas tres manifestaciones del monoteísmo, del rostro de Dios.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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