Los armenios el pueblo de Dios

‎El periodista José Antonio Gurriarán del diario Pueblo nunca pudo sospechar lo que le iba a suceder cuando paseaba por la Gran Vía de Madrid un 30 de diciembre de 1980. Estalló una gran bomba y entró en una cabina telefónica para informar a su periódico. Otra explosión le destrozó las piernas. Cuando un Ejército Secreto para la Liberación de Armenia reivindicó el atentado, el estupor fue mayúsculo. En España sólo unos pocos iniciados en política internacional conocían a los armenios y habían oído hablar del genocidio armenio. Personalmente tuve dos vivencias armenias. Encontrándome en Jerusalén en una misión del ICMA, Instituto de Cooperación del Mundo Árabe, quise entrevistarme con el Patriarca católico y mis interlocutores fueron armenios, gracias a los buenos oficios de Petros, un palestino factotum de nuestro Consulado. Me acompañaron y después de la entrevista que relato en mi libro 'El Arte de crear una ONG', me invitaron a una pizzería armenia en el barrio viejo de esta maravillosa ciudad. Me relataron que los armenios fueron el pueblo de Dios desde los primeros tiempos y salió a colación el Monte Ararat y Moisés. Todo un baño de historia. La segunda vez fue con motivo de formar parte de un Comité de Amigos de Turquía que dirigía un diputado socialista francés y en un clima de clandestinidad nos reuníamos en un despacho de la Asamblea Nacional y en tascas de la banlieu, de la periferia parisina. Eran todos represaliados con compañeros en las cárceles y en este ambiente de resistencia había militantes armenios que también habían padecido asesinatos, torturas y prisión. Toda una escuela de cómo las ideologías enfrentadas pueden resultar en trágicos quebrantos de los derechos humanos más elementales. Los perdí de vista completamente hasta que en una fiesta del Día Nacional de Nigeria conocí al primer embajador de Armenia en España y participé en una reunión del Club de Madrid en que plantee la cuestión de si el genocidio armenio se debía a una cuestión religiosa o tenía otras causas como sostienen los turcos. Recientemente en una Tertulia del Casino que dirige José Luis Yzaguirre entrevistamos al nuevo embajador de Armenia en España. Francia ha sido siempre el valedor del genocidio armenio, alegando que un millón y medio de personas fueron expulsadas de sus casas y tierras y exterminadas, hombres, mujeres, niños y ancianos. Entre 1915 y 1923. Luego Mustafa Kemal Ataturk fundaría la Turquía moderna laica y pro Europea, pero el genocidio armenio quedo rebajado a un hecho trágico de guerra fratricida. Avanzando en la historia después de la Primera Guerra Mundial la Unión Soviética reconoce a una Armenia socialista, pero desgajando parte de su territorio histórico, incluso el Monte Ararat que queda englobado en Turquía, ya que las decisiones sobre las fronteras de Armenia se tomaron entre Turquía y Rusia, donde no se tuvo en cuenta la opinión de los propios armenios. Una historia convulsa, con miles de armenios en una gigantesca diáspora en medio mundo, destacando por su ingenio, laboriosidad de genuinos comerciantes y siempre con su fe cristiana y su Patriarca en París. No acabarían las penalidades armenias sin referirme al conflicto territorial con Azerbaiyán y la cuestión enrevesada de Nagorno Karabaj, Paz y Cooperación se ha reúnido en fecha reciente con una asociación de los amigos del pueblo armenio, no para entrar en lamentos y en reivindicaciones históricas, sino para tender puentes de colaboración futura, la paz es imposible sin el entendimiento y la fraternidad. Si tienen ocasión ne dejéis de ver la película "Una historia de locos" basada en el libro de Gurriaran y dirigida por Guediguain director franco italiano de ascendencia armenia, que describe de forma didáctica el genocido armenio y la polémica terrorista que enfango los años de plomo de los ochenta del siglo pasado y que adquiere trágica actualidad en nuestros días con el terrorismo yihadista.