Actuando de reportero audaz de GD me presenta Ignacio Ibañez al nuevo Secretario de Estado de Asuntos exteriores Ildefonso Castro, quien tiene aspecto profesoral, de alguna disciplina enrevesada para el común de los mortales, pero al que una sonrisa muy campechana le revela como gallego de pro.
A mi abuelo un paisano de La Rebollada cerca de Mieres se le atravesaban los gallegos y decía de algunos de sus amigos, que eran gallegos hasta el alma. Así es Ildefonso un ilustre fontanero de La Moncloa, que de aconsejar al Presidente Rajoy en asuntos internacionales ha pasado a la Secretaría del Ministerio. Sucede en el cargo a un extraordinario diplomático Ignacio Aguirre, hijo de embajador, que ha desplegado una actividad frenética noche y día al servicio del ministerio y muy abierto a la sociedad civil. En su discurso de réplica al embajador Yuri Kurchagin, quien glosó los 40 años de restablecimiento de las relaciones hispano rusas, dijo algo sorprendente, que le aleja de los burócratas, se refirió a acontecimientos inesperados en su vida, que le habían hecho tomar otro rumbo. Oficiando, ahora si de galaico consumado, no nos explico en que consistieron esos sucesos "inesperados", pero esa pincelada un poco a la Valle Inclan coloreo su breve discurso. El embajador ruso, amigo personal del Presidente Putin, es un hombre muy elegante con porte de gran duque del tiempo zarista. Habla un estupendo español, fija la mirada avispada en sus interlocutores y sorbe las palabras y lee los pensamientos, al tiempo que tiene esa seriedad típica de los rusos, cuando no tienen cerca una botella de vodka. Hoy se conmemoran los 40 años de normalizacion de las relaciones ruso españolas, que fueron todavía más intensas desde que Yeltsin en 1991 llego al poder. Tanto España como Rusia o mejor Federación Rusa corren un tupido velo sobre los años de sus respectivas dictaduras y prefieren reflejarse en la monarquía parlamentaria de Felipe VI y el el cesarismo democrático de Putin. Amigos de GD vuestro paisano Ildefonso tiene ahora que pastorear estos peliagudos asuntos, para lo que apelará sin duda a su flema celta. Muy atento a todo lo que se vivía en este acto en la gran embajada rusa de la calle Velázquez el embajador chino, otro estupendo lingüista, Lyu Fan, mientras estaba ausente el embajador de los Estados Unidos, todavía no designado por el televisivo Donald, quien sin duda si es un Trumpito de cuerpo entero dará mucho entretenimiento a las crónicas de sociedad y probablente muchos quebraderos de cabeza para el ilustre Ildefonso de Santiago de Compostela, hoy por hoy nos deja intrigados y esperanzados en las buenas relaciones entre España y la Federación Rusa. Botafumeiro al viento. Elena Mikhailova nos hechizo con su violín prodigioso poniendo un digno broche final a esta bonita y simbólica ceremonia.
