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Vientres de rubor

viernes, 20 de enero de 2017
Hablar de rubor es poco, mejor sería decir de vergüenza ‎al presenciar unas imágenes que nos brinda un telediario de la Cuatro y que muestra un coqueto palacio tipo Walt Disney con colorines y torreones donde se apilan los más selectos vientres de alquiler de Ucrania, una colección de mocetonas que se prestan a la llamada maternidad subrogada. Todas paridoras por dinero. Verlas a todas juntas provoca vergüenza propia. El vellocino de oro hace que los niños se encarguen por catalogo. Al precio de 8.000 a 10.000 € se puede solicitar una mujer robusta que preste sus más sagradas vísceras a la industria del niño para ricos. Vientres de ruborComo si se tratara de una perrera se puede seleccionar a los ejemplares que más nos agraden o mejor sería decir degraden. Todo en compra y venta. Bebés por kilos. Recuerdo el estupor que me causó en Colombia en Bienestar Social viendo como a una talludita pareja de mediana edad belga sobrada de años y kilos como les paseaba una cuidadora a un rollizo niño para su adopción. Sentí rubor de pertenecer a la raza de los que todo lo compran amor y vida. Al igual que al enterarme de los niños adoptados que se devuelven sí no se adaptan a nuestros requerimientos y esto lo he visto también en Colombia. Se cambian niños como las prendas de las rebajas. Insólito. Como lo son las escenas de Kiev en que unas de las jóvenes ya en abultado estado de gestación confesaba que su bebé era para España y que lo hacía por motivos económicos. Fábrica de niños de alquiler que me causan de nuevo una sensación de vergüenza, de arcadas, de hastío. Como se puede llegar a estos extremos de almoneda de la vida. Hay santuarios que no se pueden hollar, limites que no se deben traspasar y uno de ellos es comprar la vida en vientre ajeno, practica que degrada más a quien la encarga que a quien la realiza. Todo bajo supervision médica y con las mejores técnicas de reproducción animal, como las que practicaba en Cantabria el famoso semental que importó Hormaechea. Toda esta industria goza de protección oficial en Ucrania y hay países importadores de infancia que también la aceptan. Comerciar con el cuerpo humano ha producido el oficio más viejo del mundo y ofrecido diferentes enfoques legales, pero rodear de beneplácito la venta de los órganos de reproducción del propio cuerpo es repugnante, a menos que las conciencias estén tan embotadas que no distingan el bien del mal. Siguiendo por ese camino se venden riñones y otros órganos, es el tráfico del cuerpo humano, por una vez estoy de acuerdo con el Divino Pedro y su no es no, pero claro está limitado a estos vergonzosos tráficos del cuerpo humano.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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