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Goya and Eugenio Arrieta/ Fermin Bouza and Balbino Viña

jueves, 05 de enero de 2017
Tan certero fue Goya con el pincel como con la palabra escrita que acompañó a sus grabados y excepcionalmente a algunos de sus cuadros, como es el caso del que representa su autorretrato moribundo atendido Goya and Eugenio Arrieta/ Fermin Bouza and Balbino Viñapor el Doctor Eugenio Arrieta, el cual con “agudeza y esmero” lo trató de su enfermedad, según escribió el pintor al pie del cuadro a la manera de los antiguos exvotos populares, que se ofrecían a los santos tras un milagro de sanación o de rescate de la muerte. Así dice el texto:
“Goya agradecido a su amigo Arrieta por el acierto y esmero con que le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819 a los setenta y tres años de su edad. Lo pintó en 1820”.

Goya estuvo a la muerte el año de 1820. No se sabe a ciencia cierta cual era su dolencia, si bien a mí me convence bastante una de las tesis sobre la misma: como hacen muchos pintores, el aragonés chupaba los pinceles para afinarlos o quitarles pelusas, para apuntarlos, a fin de obtener los matices deseados. Cargado de plomo como está el pigmento blanco, el pintor se envenenó, muy frecuente en artistas plásticos, y más aún en los mineros o en los trabajadores de las fábricas de ese mineral y de albayalde. Agarró un “cólico de plomo o emplomamiento, una plumbosis, a la que también se denomina “saturnismo”. Arrieta le proporcionaría probablemente la popular “bebida de Ohanes”, inventada en Almería para curar de ella a los trabajadores de las minas, esa que le da de su mano.

Goya se representa desfallecido, desplomándose hacia un lado, con la boca entreabierta, mientras el doctor lo sostiene firme y suave por el hombro, desde atrás, enderezándolo, para darle la medicina sanadora a beber. El médico es la representación de la ciencia ilustrada a la vez que de la caridad, una asociación típica en la iconografía moderna: a partir de la Ilustración aquellos milagros de santos caritativos fueron sustituidos por los nuevos de la ciencia, eso sí, asistida por la caridad, virtud moral que debe acompañar a los nuevos conocimientos científicos de la medicina, nueva piedad del médico hacia el enfermo: la de confortarlo.

La piedad va de la mano del sumo cuidado, de la delicadeza, y estas son intrínsecas a la buena moral médica, porque siguiendo a José de Letamendi: “Del médico que no sabe más que de medicina, ten por cierto que ni medicina sabe”.

El Doctor Eugenio Arrieta se interpone entre el enfermo y las figuras fantasmáticas de una especie de “parcas” amenazadoras, lo defiende de ellas; su verde chambergo, de una intensidad rabiosa a pesar de la frialdad de ese color, contrasta con el rojo anaranjado de la colcha, y en medio los blancos grisáceos de la camisa del pintor; los contrastes del rojo y el gris crean zonas de blanco azulado, como mucho tiempo después habría de mostrar empíricamente la abstracción cromática con Johannes Itten, profesor y artista de La Bauhaus.

Así el Doctor Balbino Viña acompañó a su amigo Fermín Bouza a lo largo del verano pasado del maldito 2016, en que pesaba sobre el paciente un posible diagnóstico maligno, explicándole, informándole científicamente de porque no debía serlo, por esto y por aquello, sosteniéndolo, acompañándolo, atendiéndolo “con acierto y esmero”. Y, en efecto, el paciente no tenía una malignidad digna de tener en cuenta, pero al tercer día de la operación se produjo una septicemia a causa de una infección bacteriana y falleció. Nadie esperaba tal final, porque, como con agudeza y extraordinario acierto le había diagnosticado el Doctor Viña Carregal, la malignidad de su pólipo era tan mínima, que no hubiera necesitado ni quimio.

Fermín ha fallecido de algo inesperado, y él y su familia le agradecemos a Balbino en el alma la compañía, la información acertada y la amistad cálida, de él y de Ana, su mujer, que hicieron del último verano de su vida algo casi apacible, confortado por su amigo “con acierto y esmero”, como certeramente describió Goya la profesionalidad de su amigo Arrieta.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


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