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Cómo hemos cambiado en cuestiones amorosas

miércoles, 28 de diciembre de 2016
Cmo hemos cambiado en cuestiones amorosas Las sesiones con videntes lideraban la franja de madrugada en las televisiones (locales, sobre todo) en los años 90 de nuestro país. Todo canal de índole general que se preciara tenía a su propio equipo de cabecera, que se vendían como las mejores videntes y tarotistas. Prestaban sus servicios a través de llamadas telefónicas cuyo precio, desde luego, distan mucho de la videncia gratuita (supuestamente) que hoy se oferta en webs y blogs de la Red. Y muchos de los asuntos que atendían, como hoy, eran los relacionados con el amor.

Las cuestiones amorosas siempre han provocado incertidumbre, y aunque aún son muchos los que recurren al Tarot gratis, a tarotistas y a consultas del tarot del amor (para estupor de otros) no es esto lo que más llama la atención, sino cómo han cambiado las relaciones de pareja a lo largo de las décadas.

Como señala la psicóloga Gala Almazán Antón, la historia de las relaciones se remonta a hace 5-7 millones de años, cuando lo normal era la poligamia. Pero cuando nuestros antepasados empezaron a caminar sobre sus dos piernas y las crías se hicieron más vulnerables, el macho comenzó a interesarse por los primeros cuidados de sus vástagos, hasta que fueran autosuficientes. Surgió también el reparto de tareas, el que designaba que las mujeres se quedaban con los más pequeños mientras los hombres salían a cazar.

Mucho ha llovido desde entonces. Con la llegada de las civilizaciones guerreras en el último milenio antes de Cristo, contraer matrimonio se convirtió en una obligación para los ciudadanos. Su obligación era tener muchos hijos y, así, nutrir el ejército. Amor y matrimonio no estuvieron directamente relacionados hasta tiempos recientes.

La llegada del amor a las relaciones
Como escribe Almazán Antón, hasta mediados del siglo XX muchos hombres tenían sus primeras experiencias sexuales en el burdel, mientras que las mujeres llegaban al matrimonio vírgenes y, en la mayoría de los casos, con una manifiesta desinformación, que por supuesto era un impedimento para disfrutar en los mismos términos que el hombre. El sexo ha sido solo cosa de ellos y de prostitutas hasta hace pocas décadas.

Las primeras muestras de amor en público, las que pusieron fin a prohibiciones como las de dar un beso en la boca por ser considerados “un atentando contra el pudor” (escribe la citada psicóloga), llegaron ya avanzado el siglo XX. Por aquel entonces, el cambio en el estilo de vida de jóvenes que se veían obligados a desplazarse a otras ciudades, hacía también que estos escaparan al yugo de sus familias, a criticar los establecido, rebelarse contra convencionalismos sociales como los matrimonios arreglados. Fue la época del intercambio de las misivas amorosas.

Tener hijos, sin embargo, era lo que se esperaba de cualquier pareja en un contexto como el de los años 40. Terminada la II Guerra Mundial, se promovían las políticas familiares. Los roles de género seguían tan acentuados como siempre, puesto que las mujeres escapaban de la autoridad de sus padres para someterse a la del marido. Se esperaba de ellas que cuidasen adecuadamente a los hijos y preparasen bien la casa para su esposo, que era quien traía el dinero. El divorcio estaba tan mal visto que era impensable, aun cuando el matrimonio fuera un auténtico infierno.

Cuando los divorcios dejaron de escandalizar
Fue en los 60 cuando se produjo una nueva revolución, en el marco, por ejemplo, de la oposición a la guerra de Vietnam liderada por el movimiento hippie. Se comenzó a considerar el concepto de vida en pareja (y no de vida en familia), como señala Almazán Antón, en la que los individuos debían, simplemente, estar felices uno con el otro, desarrollarse juntos especialmente en materia sexual.

Llegó después la píldora anticonceptiva, una herramienta para decidir sobre la maternidad que hizo a las mujeres empoderarse, lo que se unió a importantes descubrimientos en la sexualidad femenina. El marido ya no ejercía una influencia tan férrea e incluso, ya que, en los años 70, se comenzó a contemplar la posibilidad de violación en el marco del matrimonio. La cuestión del divorcio empezó, por este y otros motivos, a normalizarse.

La normalización de lo no heterosexual
Muchos más tuvo que sufrir el colectivo homosexual, bisexual y transgénero. Mientras que en la Antigua Grecia no se distinguía la orientación sexual como identificador social, siendo una cuestión de género, edad y estatus social, las religiones convirtieron todo lo que no era heterosexual en una aberración que había que perseguir.

Las reivindicaciones del colectivo fueron claves para que el matrimonio entre personas del mismo sexo fuera por fin legalizado, otorgando al objetivo un derecho fundamental para evitar, en parte, su discriminación.

Las primeras leyes en la materia fueron promulgadas en la primera década del siglo XXI, y hoy son casi una veintena de países los que reconocen tal el derecho.

La llegada de Internet y el auge de las webs de citas
Hoy, por cambiar, han cambiado hasta las formas de casarse. Atrás quedaron esos matrimonios de conveniencia que ya ni siquiera parecen reservados a la aristocracia, una clase en la que hemos visto entrar a miembros del “pueblo llano”.

Las formas de contraer matrimonio tampoco son las mismas, y hoy en día se preparan hasta al máximo detalles como los regalos para bodas (regalos para invitados, queremos decir). Con tanto celo se hace la organización de una boda que hay incluso que contar con nuevos perfiles profesionales que ayuden a coordinar.

Desde los años 80, con el inicio en nuestro país de esa sensación de libertad que estimuló incluso la creación cultural y los cambios en el estilo de vida de los jóvenes (véase la Movida Madrileña), las parejas se conocían en garitos y discotecas. Hoy en día, sin embargo, esa opción no es la más novedosa.

Buscar pareja sigue siendo algo habitual, pero encontrarla no suele ir precedido de cientos de conversaciones poco fructíferas en el plano físico, sino charlas más seguras para la autoestima en el marco anónimo que proporciona el online. Páginas de contactos como meetic, que consiguen conectar a potenciales parejas a través de algoritmos determinados, ganan más y más popularidad.
O mundo de Internet
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