La 'prima' de la Scala de Milán

En 1904 Giacomo Puccini estreno en la Scala de Milán su inmortal opera Madama Butterfly y en 2016 el siete diciembre como manda la tradición se inaugura la temporada operistica con un acontecimiento de gran relieve social "la prima", la primera representación, en este caso se honra, se homenajea a Puccini con su Madama, la trágica historia de Cio-cio la geisha de 15 años que se casa con un marino americano, que la abandona y se consume en una espera que la lleva a la muerte, aderezada con esa música envolvente pucciniana, el descubridor de la melodía y de los tonos sublimes. Como en Corín Tellado un uniforme causa estragos y la muchachita se enamora como una colegiala. En el tatami, la estera nupcial se suceden los juramentos nupciales el derroche vocal y la apoteosis musical. Un dúo inolvidable. Los amantes ven brillar a las estrellas y se derriten en un delirante virtuosismo vocal, la orquesta acompaña y subraya estas escenas de la Madama, de la Tosca y de la Turandot, estos grandes personajes femeninos de Puccini. Esta grande "prima" exalta una ópera y a un músico y es un gran acontecimiento social comparable al Baile de la Rosa de Monaco, a la ceremonia de las debutantes de Viena, al Bayreuth wagneriano y al Concierto de Año Nuevo de la Filarmonica de Viena.En el calendario italiano con proyección mundial es el evento del año. A veces esta salpicado de protestas por motivos artísticos y de rechazo al boato de la casta. La opera en Italia se vive con gran entusiasmo popular y se conocen los cantables al pie de la letra como se usaba en España con las zarzuelas más conocidas. En la Arena de Verona donde todos los veranos se congregan miles de aficionados se mueven los labios al unísono coreando en silencio las más bellas arias. Es una verdadera pasión, que subraya con aplausos o castiga con abucheos a los cantantes y orquesta, como ocurre con todo tipo de espectáculos. La opera es el arte supremo ya que une literatura, teatro, virtuosismo interpretativo y música, mucha música. Sentimientos desencadenado llevados al paroxismo, pasiones trágicas y heroísmo sin cuento. En la Scala se guardan las formas y la gente, especialmente las damas van muy elegantes y si la forma conforma lo que le va muy bien, como anillo al dedo a esta opera de Puccini, en que se mezclan los tonos del Lejano Oriente y de América. El marino regresa al Japón tres años después con su mujer americana y la pobre japonesita imita a su padre suicida terminando con su vida en un delirio de amor y tristeza. Para algunos se trata de una página de turismo sexual en que Puccino anticipa los viajes a Cuba contemporáneos, para otros es un encuentro entre dos mundos, como Cortes con la Malinche, en que quien parece el más fuerte se asombra ante una civilización que le supera. Ni que decir tiene que la representación que repristinaba la original de Puccini fue un gran éxito, al que no pudo asistir Mattarella el Presidente de la República por sus compromisos políticos de Renzi, Grillo, Salvemi y Berlusconi, pero la tradición de una grande "prima" se cumplió un año más en el templo de la Opera la Scala de Milán.