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La hora del tigre

lunes, 17 de octubre de 2016
La hora del tigre Un amigo muy querido me cuenta, que cuando una persona o la gente como dicen los podemitas esta en gran forma entra en la zona del tigre, según decía un sabio que fue Presidente de un prestigioso Club madrileño. Los arañazos, las heridas, el desmembramiento les espera a esos afortunados por el soplo del genio o por el ramalazo de un torrente de ideas, que buscan encontrar un lecho generoso que las acoja, por eso deben ser cautos y medir sus pasos, como lo tiene que hacer mi pobre perro secuestrado y convertido en un narco perro, que ha perdido el norte, el oeste, el este y el sur. Ah la prudencia que dama extraña eres que nos arrebatas a la mujer amada cuando te esperaba junto a una fuente o a un arroyo inventado y fantástico, que guadaña llevas bajo tus palabras aterciopeladas que te sugieren la cautela, cuando tu quieres volar, aunque tus alas sean como las de Icaro y se derritan al sol. Blake el poeta amado por los escoceses tiene una poesía tipo jaculatoria Tiger, tiger burning bright in the forrest of the night. Tigre, tigre quemandote reluciente en la selva de la noche. Es un grito, un sentimiento que recuerda al quemarse por dentro de Santa Teresa y de los místicos a la San juan de la Cruz y que me repitió casi con estas palabras exactas Maria Antonia Macciochi, Madame Gramsci, en un vuelo Roma París en que viajaba nada más y nada menos que la diosa del celuloide Sophia Loren con su Ponti a cuestas. La Loren ya me había puesto en estado febril cuando sentado al lado de Maria Antonia, a la sazón la maoista más famosa de Italia, que se dirigia‎ a la Universidad de Nanterre en plena movida del 68 la oí repetir las mismas palabras de la Santa de Ávila. Ciertamente a ambas el tigre las había engullido y de forma irremediable las habia acechado en esa selva de la noche que fabulaba William Blake. Ay señor señor amigo José Luis no estoy en condiciones de convertirme en domador y no se tampoco si el tigre quiere devorarme o pasa de mi olimpicamente, de todas formas y por si acaso le ofrecere mi cuello por si las moscas.Nunca se sabe, tal vez por arte de birlibirloque lo que es latón tal vez sea oro o se convierta en platino, mientras se camina por las sendas y vericuetos de algún bosque perdido, de esos que tienen meigas.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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