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Sin sentido, sin banderas...

sábado, 15 de octubre de 2016
Sé que soy un tipo raro. No tengo sentido común ni me afilio a ninguna bandera. El sentido común parece ser de Rajoy, que es avalado por millones de españoles. Yo vivo en la duda permanente. Tampoco tengo bandera porque, sintiéndome gallego, español, europeo…, huyo de cualquier identificación, incluida la religiosa. Y todo obedece a que la vida me enseñó que el sentido común no es patrimonio de nadie y también la importanciadel respeto al libre albedrío; así mismo puedo dar fe de la manipulación de banderas, crucifijos y otras simbologías en aras de inconfesables aberraciones.

De nadie acepto, por tanto, clases de amores a mi Tierra, a España… o al mundo, ni tampoco acepto, aunque sea mayoritaria la idea ajena, ese sentido común en el que se esconden multitud de indeseables que viven en este País.

Yo tengo sentido, que quizá no sea común, porque es evidente que es distinto, y mis símbolos caminan en mi corazón, que es el mejor lugar para llevar los amores.

Siento decir que no me gustan las mayorías absolutas en la elecciones y tampoco que las ganen aquellos que han hecho de la corrupción un modo de vida; ni tampoco me gusta que los cómodos avalen con su voto la actual situación; ni creo que el clientelismo sea un medio lícito para ganar las elecciones- debiéramos respetar a las personas, no cobrar los favores- ;ni tampoco me gusta la hipocresía del que se queja continuamente de la condiciones de vida y, sin embargo, aplaude con su voto la marginación, el desprecio, la ineficacia de unos gestores mediocres, aunque aceptables demagogos, y que maltratan con su actitud a su propio pueblo. Nada hay que justifique tal actitud que no sea la marginación ideológica. Y hay que decirlo.

Posiblemente no tenga mucho sentido común, pero soy coherente. Posiblemente no sea políticamente correcto, pero a mí eso me importa menos de dos…Son las ventajas de no defender banderas, porque las últimas que vi eran unos tirantesrojigualdos camino de Suiza. Y yo no soy de los comprensivos con los ricos, que de esos ya hay bastantes. Yo comprendo mejor a los desahuciados, a los pensionistas que no pueden pagar los medicamentos, a los niños que sólo comen en el colegio, a los ancianos que mueren en listas de espera, a los dependientes que no reciben su prestación, a los niños o enfermos hacinados en colegios y hospitales…

¡Hay tantos puntos suspensivos donde gastar adecuadamente el dinero! Mi sentido piensa en los refugiados, en la juventud que no encuentra trabajo y con ello medios para vivir con un mínimo de dignidad, en las leyes que permiten tantos abusos…

Yo no creo en banderas, porque la cruz, por ejemplo, si uno es creyente, la lleva uno en su interior, que es la mejor manera de comprender el dolor de Cristo.

Así que siento decirles, y pido perdón por ello, no me apunten a nada porque quiero vivir tranquilo aunque sea sin sentido, sin banderas y sin religiones…que después vienen las experiencias y destrozan mis ilusiones. Y a mi edad ya no trago las milongas. Seguiré navegando en la “procelosa mar”, que escribían los viejos autores, buscando con el candil…para aprender de Diógenes.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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