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El poder de creer, ya sea en las personas, el azar o el tarot

martes, 04 de octubre de 2016
Si hay algo que caracteriza al ser humano en su forma de entender la vida eso son las creencias que atesora. Son las que a partir del bagaje y las experiencias vividas hacen que se tomen unas u otras decisiones. Son las que advierten del posible peligro o de la llegada de algo positivo.
El poder de creer, ya sea en las personas, el azar o el tarot
Personas que creen en Dios, personas que no, personas que creen que está todo escrito, otras que no tienen fe en el destino. Somos lo que creemos: y de la misma manera que hay gente que le tiene poca fe a las personas (misantropía) o relaciones, bien es cierto que hay otras que no dudan de ellas (filantropía) y se aferran a algunas prácticas, como el Tarot Amor, para conocer el desenlace de sus inquietudes emocionales.

Las creencias de las personas no siempre son las mismas desde su nacimiento. Si bien es cierto que muchas de ellas lo son por la educación recibida, el transcurso del tiempo hace o provoca que muchas de ellas se vean desmentidas, modificadas o sencillamente eliminadas. Cuando uno es pequeño, por ejemplo, se deja llevar por la información que le rodea, por su entorno, por lo que escucha o ve a los mayores de referencia. Es cuando uno alcanza el famoso ‘uso de la razón’ cuando observa que no necesariamente las cosas son como se las habían contado y es entonces cuando empieza a replantearse muchas de las cuestiones que hasta la fecha habían pasado desapercibidas.

Odio y amor al género humano
Como apuntábamos en el primer párrafo, lo cierto es que hay personas que con el transcurrir del tiempo varían la perspectiva con la que ven las cosas. El prisma con el que se mira la vida es distinto. Y hay quienes optan por desaprender lo aprendido y comenzar una nueva senda. La misantropía es uno de esos movimientos con los que aparentemente uno no nace. Una actitud, la del odio hacia al género humano, provocado por acontecimientos personales que enaltecen esa visión. En este sentido, las personas misántropas no creen en las personas que les rodean ni en sus buenas intenciones. Básicamente sienten desprecio hacia los humanos perdiendo así la esperanza en ellos.

Su némesis es la filantropía. Los filántropos destacan por unas características psicológicas totalmente opuestas. Se trata de personas que creen en el bien ajeno, que son capaces de anteponer la felicidad de otras personas ante la suya. Gente que no necesariamente espera que sus actos hacia los demás sean recíprocos y que hacen del altruismo su modus vivendi. En este caso, creer en las demás personas les reportan felicidad, todo lo contrario que los misántropos, cuya creencia, por más firme que sea, no les provoca satisfacción ni complacencia. En situaciones críticas, pues, estos últimos verían el vaso medio vacío, mientras que el vaso medio lleno sería la forma de afrontar los problemas de sus antagonistas.

Cambiar las creencias
Decía Henry Ford una frase muy acertada: “Tanto si crees que puedes hacerlo, como si no, en los dos casos tienes razón”. Si uno se para a analizarla, observa que el poder de llevar a cabo cualquier tarea, meta o sueño, depende única y exclusivamente en la fe que tengamos ante lo que nos proponemos. Si has vivido en un entorno complicado, con dificultades, y donde el éxito como tal ha escaseado, probablemente verás reducidos los límites que puedes alcanzar por una simple cuestión de resignación y habituación. Por el contrario, si has crecido en un lugar en el que nunca ha faltado de nada, siempre te han dado todo y cuanto has solicitado, y la superación es una constante, seguramente te cueste menos que a la otra persona lograr cualquiera de tus metas por una simple cuestión de creencias.

Hay personas que creen en el tarot, en la lectura de cartas, en los juegos de azar, en que el que la sigue la persigue, en que no hay nada imposible. Es cuestión de gustos en qué bando eliges estar tú. Muchas veces la respuesta está en preguntas tan simples como ¿por qué? o ¿para qué? Si la respuesta te convence, no es conveniente tocar nada. Si por el contrario no lo es, replantéate las cosas, modifica tus creencias y considera los beneficios que tendría en ti eliminar o añadir nuevas creencias.
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