Lo viejo y lo nuevo

Después de dos intensas sesiones de nuestra Cumbre WARP, Alianza Mundial de Religiones por la Paz, salimos a las amplias avenidas ‎del distrito de grandes rascacielos. Somos un mosaico de nacionalidades e inquietudes. Los participantes estamos escoltados por estas chicas y chicos que parecen sacados de un manga japonés,aunque aquí citar al Japón es tabú, ya que la identidad coreana se forja en su oposición al Japón de los samurais, que los ha conquistado y humillado a sus mujeres. Mi guía una etérea muchacha Kate, me explica que los coreanos son como las florecillas a las que se puede pisotear, pero no erradicar. Su colaboradora Sandra una peruana de Puno asiente orgullosa. Salimos de un fabuloso Hotel Intercontinental, que parece de ciencia ficción con sus escaleras mecánicas y sus amplios espacios salpicados de tiendas y restaurantes. Se alojan en el hotel los tenistas participantes en el Open de Seúl y nos reunimos los pacifistas. Un cruce de personas y actividades.Por cierto los tenistas vistos fuera de la pista y en grupo pierden su encanto con sus chándal y sus sudaderas, ellas muy masculinas y ellos un manojo de músculos. Como definir a los pacifistas. Probablemente por su pintoresquismo de saris, monjes naranja, sesudos profesores, damas comprometidas y astutos y hábiles organizadores que tiran de los hilos de este gran guiñol humano. Después de una cena china en un coqueto chiringuito nos dirigimos por grupitos a un templo budista, que está escondido entre los árboles de un bosquecillo,que sorprendentemente surge entre los rascacielos y nos invita a perdernos y entrar en ese mundo mágico de los monjes budistas y los mantras de los cielos al compás de un tambor que hace resonar el oficiante. Estamos de repente en el mundo de Pierre Loti y nos parece estar viajando en el tiempo. Los templos y templetes, esos escalones que te transportan a un nuevo nivel. Entre los árboles se divisan las luces de estos gigantes tecnológicos, cuya vocación es la de ser inteligentes, con sensores que salpican y ordenan tu vida. Se pasa del espacio eterno en que flota el espíritu con su rígido, monótono y poético ceremonial a esa otra dimensión del más allá de lo humano con robots y máquinas pensantes y claro esto con damitas colgadas de sus móviles en sus múltiples mensajes de todos los saberes y sabores. Un frenesí de tráfico que contrasta con estas bellas pagodas que invitan a la reflexión y al recogimiento. Lo viejo y lo nuevo se dan la mano en esta megalópoli, de uno de los siete dragones que rugen y crujen en el sudeste asiático. Los tenistan duermen agotados y abotargados, mientras los pacifistan caminamos cabizbajos retorciendonos la mente tratando de escrutar un mundo sin guerras y sin tiranos.