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Rivera medalla de oro

viernes, 19 de agosto de 2016
En estos días en que se habla de medallas olímpicas y se ensalzan a Carolina Marín, Samuel Craviotto y a Pau Gasol entre otros hay que conceder unanimemente al calificado como "salva patrias" nacional Albert Rivera una merecidísima medalla de oro. Ahí es nada su hazaña, conseguir sacar de la madriguera al cauto Mariano Rajoy y lograr interrumpir las vacaciones a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias. Lograr que el PP firme las seis medidas de regeneración que proponen como condición sine qua non los Ciudadanos y arrancarle a Rajoy la fecha de la investidura. Todo ello entre sonrisas, cortesía parlamentaria y buenos propositos. Al mismo tiempo se abren las negociaciones para el techo de las inversiones, el presupuesto y eludir las sanciones económicas de Bruselas. Iglesias el urdidor de tramas ha sacado su pezuñita por debajo de la puerta de Sánchez, con su canto de sirenas y de insidia de conversaciones secretas con este último, quien las ha desmentido. Será muy difícil que a 170 diputados el Congreso diga no y nos embarque en unas elecciones nada menos que en fechas navideñas. Es previsible que Sus Señorías coman el turrón tranquilamente en sus casas con un gobierno instalado en Moncloa. A Rajoy por su manejo de los tiempos y su predisposición a entenderse con sus hermanos separados de Ciudadanos habría que asignarle una medalla de plata. Sánchez e Iglesias se repartirían un bronce muy disputado, por su silencio y haber tenido el cuajo de irse de vacaciones dando ejemplo a los millones de parados de como mejorará su vida cuando consigan un trabajo. Sin embargo el himno nacional nuestra marcha real debe sonar en su versión más solemne para el chico sensato de Hospitalet, que ha sabido dar un paso al frente, olvidarse de su antipatía contra Rajoy, a quien le exige responsabilidades políticas por su partido tan lleno de corruptelas, malas practicas y corruptos, tener sentido de estado y enfrascarse en la negociación de medidas económicas que refuercen la recuperación económica de España‎, pasando de ser un inflexible Don Limpio aspirante a Gran Inquisidor a convertirse en un político con los pies en la tierra, que desea llevar su nave a aguas tranquilas en que se sumerjan los corruptos, pero siendo consciente de que España no es Dinamarca. Este singular político cuya primera campaña la hizo vistiendo el traje de Adán recibe ahora la corona de laurel que el Barón de Coubertin destinaba, remedando a los clásicos griegos, a los mejores deportistas, a los que compaginaban éxito con valores morales, en este caso civicos.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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