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Va de romances

viernes, 05 de agosto de 2016
Don Mariano se presentaba desesperanzado a su encuentro con Don Albert, el día anterior Don Pedro le había dado unas rotundas calabazas, ni siquiera le había concedido el beneficio de la duda, así es que el buen gallego no se las prometía muy felices, pero en verano los amores nacen y se deshacen como por ensalmo. El encuentro ya fue esperanzador el catalán se mostró más cordial que de costumbre y a lo largo de las conversaciones dejo abierta la puerta a la esperanza, lo que para el de Pontevedra significaba un primer paso, porque en las largas caminatas hace falta dar un pasito.‎ Se derribo la barrera de la incomprensión y del rechazo casi fisico, del asco con que el barcelones solía regalar a su antagonista gallego y se alumbró una tímida sonrisa. Será flor de un día se preguntan los tertulianos y opinadores en teles, radios, periódicos y digitales. Al menos han quedado en volver a verse la semana próxima y hablar de cuatro cosas. Parece que soplan buenos vientos, no de tramontana que seca las gargantas, sino ligera brisa marina, que promete alegría y felicidad y hace esbozar una sonrisa en rostros encanallados y endurecidas por las inmisiricordes luchas y pugnas políticas, que son a calzón quitado, no a la primera sangre como los duelos del romanticismo, con ánimo de embeberse la médula del rival y dejarlo exanime y exangue. Las rivalidades politicas, a veces son de teatro, de comedia y de sainete, con risas de cafetería que rozan el engaño, así se produjo el amor fulminante de la ninfa egeria de Ciudadanos Inés Arrimada con su guapo diputado convergente indepentista y a más inri del Barsa, todo apuntaba hacia una tormenta perfecta y sin embargo surgió un amor que mueve el sol y las estrellas que decía el Dante y todo término en casorio en la ciudad de Xerez, nada menos, solo faltó el toro de Osborne y una castañuelas gitanas. Este precedente no dicta jurisprudencia y no quiere decir que Rajoy y Rivera tengan que estrecharse en un abrazo olimpico, ahora que Río con sus cinco aros esta somando la patita, pero permite el juego y el lenguaje de los abanicos, de las tímidas insinuaciones, a las descaradas incitaciones, de los resquemores del narcisista vengador de Hospitalet se pasa al ablandamiento de los ojos y al apuntar de unas lágrimas que riegan unos posibles acuerdos y secretas palabras, tal vez rumores sin huella, estamos en época de romances de verano y el amor puede esta cerca, los espectadores, apostados en una esquina o detrás de algún olivo, chopo o encina lo deseamos por un bien superior, por la felicidad de esa vieja dama acicalada de peineta y de rosario o de deshabille canalla tocada con gorro frigio que se llama España y que está cansada de desamor y no quiere que vuelva a recitarse la cantinela de Benavente, "por quererla, quien la quiere, la llaman la malquerida".
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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