El San Fermin de Obama

En Dallas la ciudad del magnicidio en que murió asesinado el Presidente Kennedy se ha vuelto a repetir un grave incidente luctuoso, unos asesinatos esta vez motivados por conflictos raciales en una refriega entre manifestantes encolerizados y policías violentos. El San Fermín de Obama con todos los ingredientes dignos del Caso, un sangriento comando que acorrala a once policías blancos que reprimian una manifestación de protesta contra los abusos policiales, escenas de víctimas negras ajusticiadas por esta bárbara fuerza del desorden y la tragedia imperdonable de cinco agentes vilmente tiroteados. Caza al hombre y enfrentamiento racial. Es un drama ‎americano con impunidad garantizada y armas a go go. Es un problema de integración racial y de abuso de las armas. Policías de gatillo fácil que disparan al mono radidamente. Zafarrancho de combate y patente de corso contra la población negra. Es una guerra civil encubierta. Obama, el santo negro, se encuentra en Varsovia en la orgia de las armas, que es la NATO, claro que con ejércitos debidamente armados y uniformados y con códigos heroicos de defensa. En su tierra en Texas las cosas son diferentes discurren al estilo de San Fermín muy a la brava con rudos indignados y matones disfrazados de fuerzas de seguridad. La novedad respecto a Pamplona es que aquí se intercambian los papeles entre toros y corredores, alternándose los que corren y los astados. Estados Unidos es un país de contrastes donde John Wayne, el mítico vaquero cambia a los indios por negros y sigue dictando el orden y sembrando el pánico. Este país continental, costa a costa, alberga paisajes y escenarios de los más variados desde lo bucólico de Nueva Inglaterra a sórdidos slums, del paraíso al infierno, con un despliegue tecnológico estupefaciente a una brutalidad sin atenuantes. Los americanos tienen la pretensión de salvar al mundo y uno se pregunta si no habría que salvar al mundo de los americanos. A Superman hay que mandarlo al colegio, a que aprenda buenos modales y refrene sus ansias de desfacer entuertos y en esta escuela imaginaria vaya acompañado por el Sigfrido wagneriano y todos los Godzillas que en el mundo han sido.‎ Haría bien el Presidente Obama en poner orden en su San Fermin particular convirtiendo a corredores y toros en buenos ciudadanos, desarmados naturalmente y provistos del boli de Malala.