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Las elecciones en caliente

lunes, 27 de junio de 2016
Bueno, pues ayer a las 00:25 termina Rajoy con su discurso, siendo el último de los cuatro cabezas de lista de los partidos mayoritarios, así que tiro de teclado para resumir mis impresiones.

Así en caliente lo primero que tengo que decir es que tres de los cuatro han estado correctos y razonables en sus palabras. Pedro Sánchez ha dado pena, una vez más, arrastrando por el fango y la fanga a los votantes y votantas de su partido y partida. No me cabe en la cabeza que este señor, que ha terminado de destrozar un partido histórico, un partido que marcó un antes y un después en los derechos de los españoles, abra la boca esta noche para decir algo diferente de “dimito” tras llevarlo, nuevamente, a los peores resultados de su historia.

Lo segundo es que me ha sorprendido el resultado. Reconozco que me ha aliviado bastante lo de que las encuestas se equivocaran (o asustaran al personal) y que finalmente Podemos y sus partidos instrumentales no pasen por delante de los socialistas, a pesar de los esfuerzos denodados de estos últimos por hundirse.

Lo tercero, es que me asquea igual que a muchos votantes del PP, del PSOE, de Podemos, de Ciudadanos o de donde sea ver a ciertos personajes en el balcón de la calle Génova pegando saltitos de alegría junto a Rajoy y celebrando no solo que todavía no los han trincado, sino que no hay alternativa real a su podredumbre. Esto último puede sorprender, pero quizás no tanto a los que me conozcan un poco. Vamos por partes.

Personalmente creo que los españoles han votado mayoritariamente al PP porque no tenían otro remedio. Las encuestas que daban un ascenso de Podemos y demás que probablemente les haría mucha ilusión a algunos pero, resultados en mano, no a tantos. La suma de ambos partidos ha cosechado un millón y pico de votos menos que cuando fueron por separado, lo que quiere decir que no eran tantos los que estaban locos de contento con esa unión. No es que haya funcionado la campaña del miedo, es que la gente ha tenido miedo (del genuino, no del de campaña) de que pudiera gobernar un partido comunista disfrazado con piel de cordero. Parece obvio.

El PSOE, por su parte, ha caído en votos pero mantiene la segunda plaza, lo que tiene como efecto positivo que Podemos no seguirá colgándose la medalla de ser “el camino, la verdad y la vida” pero también trae algo malo consigo: Pedro Sánchez puede agarrarse a ese clavo ardiendo y seguir ahí para rematar a su partido si Susana no lo impide.

Ciudadanos ha caído víctima de su propia estrategia. Lo de sentarse a pactar con el PSOE no creo que les hiciera mucha gracia a los votantes “robados” al PP (lo del latrocinio en las urnas no lo comparto, pero ya saben a qué me refiero) que probablemente volvieran al redil para evitar un futuro gobierno a tres bandas tirando por la izquierda.

¿Y el PP? El PP debería reflexionar, aunque dudo mucho que lo haga porque estos resultados avalan tanto las cosas buenas como las malas. Claro que es cierto que España está mejor que hace cuatro años y que se han recuperado muchos empleos. Es cierto que no vivimos al borde del rescate y que España no está a punto de quebrar. Pero esa es la parte que la gente ha votado.

Nadie ha apoyado con su voto el aforamiento de Rita Barberá (lo que sabrá esa señora para lograr tal maniobra) ni los presuntos delitos cometidos por altos cargos del PP. No confundan las cosas, señores líderes del PP en su resaca electoral. Nadie perdona nada y nadie olvida nada, y si han ganado las elecciones no es porque huelan bien, sino porque el resto apesta más aún. Probablemente les dará igual porque lo importante es ganar, pero es la realidad.

Que no queramos echarnos en brazos del populismo a la bolivariana de Podemos sumado, por si fuera poco, al comunismo de Izquierda Unida no implica que les perdonemos sus desmanes. También les ha ayudado la figura de Pedro Sánchez, que hace que coger la papeleta del PSOE cueste trabajo. Han ganado las elecciones porque España les elige como mal menor, y eso es muy triste, para hacérselo mirar.

Yo milité casi dos décadas en el PP y me di de baja por ese tipo de porquerías que a todos nos repugnan, unidas a una nefasta gestión en el partido a nivel local y provincial que me invitó a decir “yo con cierta gente no pinto nada” a pesar de que sé que hay muchas personas nobles y honestas en el PP. Sin embargo, a pesar de esa marcha, elección tras elección me he visto forzado, por diferentes motivos, a votar PP y no porque quiera avalar a quienes han robado, que obviamente no es el caso, sino porque creo que las políticas son las acertadas, a pesar de sus, en muchas ocasiones, vomitivos gestores.

También, por otra parte, hay que decir que a los pocos minutos de saberse los resultados las redes se llenaron de gente que insultaba a los votantes y decía que se va de España porque la gente es imbécil. Curioso el respeto por la democracia. Cuando ganan los suyos es “libertad y cambio” y cuando ganan los otros es por la estulticia del votante. Pues si ese es su concepto de democracia quizás no sería malo que cumplieran sus amenazas y dejaran el país, aunque fuera para ir a algún estado de esos que nos ponen de ejemplo a ver lo demócratas que volvían.

España, como cualquier nación, es un conjunto de opiniones enfrentadas, pero últimamente ha caído en la puñalada y el odio acérrimo entre bandos que históricamente ha destruido los que podían haber sido momentos clave. Va siendo hora de dejar esas pasiones tan encendidas a un lado o, mejor aún, de dedicarlas a cosas más constructivas.

Por supuesto, hay que saber perder pero también hay que saber ganar. Los insultos a los derrotados que he leído hoy me repugnan tanto como los insultos a los ganadores. Ese no es el camino. Hoy hemos tenido que votar el futuro de este país y el resultado es el que es. Ni se debe que “todo el mundo es idiota” ni a que “los míos eran más pero se han quedado en casa”. Las cosas no son tan simplonas. Pero tampoco vienen de “los míos lo han hecho perfectamente, no toquemos nada”.

En fin, veremos cómo va el tema pero pase lo que pase, que sea para bien.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


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