Con lo guapa que estaba de chica de la tele y lo bien que me caía como colega, va la niña y encuentra a su rey en casa de Pedro Erquicia, aquella noche de primavera. Allí se acabó el cuento del príncipe-sapo. A partir de ese momento los niños dejaron de creer en esas tonterías de anfibios anuros que son otra cosa, mientras las marías de Rivas, su barrio obrero, fueron felices porque la que había sido su vecinita iba a convertirse, por lo menos, en princesa.
- No, a reinar no creo que llegue; ahora los príncipes también se divorcian
La cotilla del barrio sentenciaba entonces su futuro mientras algunos osados tertulianos se atrevían a sentarla en su silla de plebeya; y aunque a algunos nos importaba un bledo, el asunto del noviazgo de Felipe indignaba a la corte del ABC y a algún preboste de la jet madrileña de los que se paseaban por palacio.
Luego, ya sabes. Bodorrio, período de aprendizaje con Sofía y finalmente reina consorte por la gracia de su suegro, que quiso jubilarse para tener tiempo libre y navegar por la ría de Pontevedra con Pedro Campos y así olvidarse de que tenía una hija bajo sospecha de corrupción.
Hoy he rebobinado la historia y nunca tal cosa pasara: que una republicana llegase a reina. Además, debe de ser muy difícil ser pro-aborto en la juventud y confraternizar luego con los jerarcas de la Iglesia. O lo que es peor, pasar de ser informadora a encubrir a los compi-yoguis.
Esta es nuestra reina, la primera dama de esta España que enmudece ante lo importante y monta un cristo por nada. La misma que vive ajena a la reunión de esta semana en Dresde, ciudad alemana donde se celebra el gran consejo del Club de Bieldeberg y al que ha sido invitada por primera vez doña Letizia, su majestad.
Los de Bieldeberg son los que dominan el mundo, como ya te conté alguna vez. En sus citas se deciden las inversiones y los cargos de los organismos internacionales. Dicen quienes los han investigado a fondo, que conspiran contra los pueblos y si hacemos caso a los más críticos, incluso provocan alguna que otra guerra próxima.
No sé, puede que exageren, pero desde luego esa cita concentra a los mayores evasores fiscales del mundo. Lo sabemos ahora por los Papeles. Los de Panamá y los de la Castellana, documentos que han dejado con el culo al aire a algunos reyes y a sus familias; a políticos, espías, famosos, deportistas, empresarios y demás gente del buen vivir, que se conoce al dedillo la paradisíaca geografía fiscal.
A mí me preocupa que la reina de España, ante la que se inclinan las señoras estupendas del Estado, confraternice con quienes, cuando menos, son sospechosos de provocar algunas de las cosas malas que ocurren a nuestro alrededor. ¿A ti no?
