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Tres poemas

lunes, 13 de junio de 2016
MIRO LOS SUEÑOS DE UNA MUJER SENTADA
Vi sus senos angélicos, serenos.
Languidecía la orilla entre náufragos.
La nave, ya ciega, era la inmovilidad,
el engaño de las frentes y los vientos.
Hay un lenguaje que entreteje el olvido,
un lenguaje de antiguos crepúsculos
que alumbraban la noche en crisantemos.
Un lenguaje que es metáfora y fábula.
Allí la dispersión de la memoria:
la caricia de primaveras apagadas,
una voz del exilio.
Este es el viaje dónde preguntamos
quién soy después del amor desordenado,
después del desborde de su cabellera en mi pubis.
Hay un lenguaje que nace inexplicable,
un secreto hilo, prefijado, de nuestra mitología.
Y entonces -rituales de la vida- la soledad.
La soledad, como un glaciar asomando en la mar,
en la penumbra de una sala con balcones sellados.
En la sed y el presente de una mujer taciturna.

INCANTACIÓN DE UNA EDAD DESOLADA

Veo un perro en el cielo persiguiendo estrellas.
Un manuscrito del siglo XV, Scachs d´amor,
donde la dama aparece con su sensualidad
y el enroque italiano. También dioses y bestias fabulosas
en apretadas nubes, en un mar de tierra flotante.
La Tabula Peutingeriana en una biblioteca de Viena.
Miro las calzadas de una ciudad de nuestra patria.
Y ponchos que contienen la vaguedad del viento,
voces infantiles en las llanadas del verano.
También fuentes de piedra medievales,
playas de arena sobre un mar errante,
cuerpos de mujeres dichosas,
la evocación de una joven en El bosque animado.
El teatro romano, el Arco di Riccardo,
callejuelas donde la felicidad o la infelicidad
cruzan celos y abrazos.
Y yo, distraído, con una rosa pura entre los dedos
sin saber a quién darla.

ALGUIEN SUEÑA JUNTO AL MAR

Separado y melancólico miro la rompiente,
el vagar ansioso de un cielo imposible
en las cortantes naves
que bordean espumas y cabelleras.
Vida y tiempo lentamente adorables.
Aquí está el milagro. Lo sabía.
En el insomnio, en la inmovilidad de la noche,
en la rosa blanca y apresurada,
en un fado de Amalia Rodrígues,
en la sacralidad de Arvo Part, en la lujuria.
Así me amas, entre la desazón y la quietud
de una buhardilla, con el desánimo y la pasión,
desde el otoño y el lecho amanecido.
Me amas hasta el fondo, hasta el atardecer,
hasta el abismo. Soy lo definitivo,
aquello que tiembla y se desvanece
en esta fina mañana. Solitaria, relumbrante.
Penelas, Carlos
Penelas, Carlos


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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