Un perro a juego

Voy por la calle y veo algo insólito: un hombre joven pelirrojo con barba escarlata lleva con una correa roja un perro colorado. Le digo que están a juego y me cuenta que se lo encontró y se lo llevó a su casa. Ahora son inseparables.

Madrid es una ciudad poblada por muchísimas mascotas y hay barrios como Argüelles y Chamberi en que hay un perro por cuatro ciudadanos. Los animalitos ensucian las calles y riegan muchos arboles, por lo que la alcaldesa Carmena ha iniciado una cruzada contra las deposiciones de los canes y ha propuesto multas cuantiosas para los propietarios.

Tal furor se justifica en un Madrid limpio y en tirar de las orejas a los dueños de perros negligentes. Ante tantas ocurrencias fracasadas, que enfurecen o divierten a la gente, esta medida ha sido bien acogida. El hombre del perro a juego podría ser un excelente cartel para anunciar esta campaña. Al fin algo positivo, no destinado a ofender las creencias o las costumbres ciudadanas.

Ejemplo contrario es el esfuerzo de este equipo municipal de fomentar el paro obrero, se niegan como tortugas boca arriba a aprobar planes de construcción de de edificios que por su gigantismo crearían muchos puestos de trabajo en el castigado ramo de la construcción.

La inefable edil habla de urbanismo humano y paraliza la Plaza España, Madrid Río y Madrid Norte, este último con una aportación privada de seis mil millones. Hay que exasperar a la ciudadanía para provocar un estallido social que propicie la revolución que todo la sana y termina con los malditos burgueses. Estas afirmaciones las escuché asombrado en la presentación de un libro en una popular librería de la calle Fuencarral. Un sesudo intelectual con las obligadas gafas a la Monedero sentenció que un plan de edificación de 65.000 viviendas económicas que había proyectado Chaves en Venezuela eran a su juicio peligrosas por aburguesar al pueblo. Tales dislates fueron coreadas por Xose Manuel Beiras, este político gallego con cabeza de Dios griego, quien pinto una arcadia campesina en que se imponía lo estético y se ignoraba todo guiño social.‎

Por eso esta campaña anti suciedad canina sirve para paliar la gran pérdida de posibles puestos de trabajos, que quizás puedan afear la ciudad, aunque estos benditos okupas y escrachadores de primera cultivan el feismo,pero contribuyen al bienestar colectivo con ingresos que fomentan el consumo y hacer rodar a la economia. Esto sería un desideratum, Xulio Xiz lo llamaría un sentidiño, pero no hay tu tia, los prohibicionistas, las mareas del no hacen que quienes soñamos con ciudades prósperas nos consolemos contemplando el espectaculo callejero del perro y el hombre a juego, una nueva moda para la Preysler y su escritor de cabecera.

(Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación)