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Baltasar Lobo. Madres Libres

viernes, 13 de mayo de 2016
Atraviesas de punta a punta el centro de la antigua Zamora, recorriendo una larguísima calle teñida de medievalismo con maravillosas iglesias románicas; punteada de modernismo con edificios incólumes de “art Baltasar Lobo. Madres Libresnouveau” y “déco”; de plazuelas que te detienen el caminar, flanqueadas por viviendas racionalistas o por un teatro clasicista decimonónico, joyitas que, por milagro, han quedado en pie, restauradas por la gestión del Ayuntamiento de I.U.

Al extremo del paseo por ese eje de la pequeña ciudad flanqueada por el Duero, que de vez en cuando asoma indómito por entre las callejas cargado de agua tras las últimas crecidas; al fin de ese largo recorrido está la plaza de la singular y esperada catedral románica zamorana con su escamada cúpula redondona, sus cupulines, su superficie pétrea con piel biológica de animal prehistórico serpentiforme, a la cual los especialistas del estilo atribuyen diversas influencias, que mejor os explicarán ellos. El castillo y la antigua muralla defienden el símbolo cristiano de la ciudad. Todo ello de cuando Zamora era un bastión defensivo de los peligros de Portugal: de cuando Bellido Dolfos; de la de las guerras entre La Beltraneja e Isabel La Católica… bla, bla, bla…

Ah, pero en esa amplia y extensa plaza convive estas construcciones con dos rompedores edificios, en uno de los cuales se guardan esculturas e ilustraciones del republicano anarquista del pequeño pueblo de la provincia Cerecinos de Campos, que tras soñar con un mundo libre y un arte correspondiente al mismo, tras luchar en las Milicias de la Cultura durante la Guerra Civil, marchó exiliado a Paris, pero no abandonó sus sueños de anarquista y de artista, que se renovarían con la inmensa esperanza de libertad que se creó la pletórica atmósfera de la postguerra mundial. Aquel tiempo de la llamada Escuela de Paris, en que el arte de las segunda vanguardias combinaban las nuevas propuestas plásticas con la del clima político, en el cual el grupo de artistas españoles patroneados por el “star” Picasso, genio de todas las modernidades pictóricas de su invención y reinventor de los estilos de los demás.

El gozo de las maternidades de Lobo está anclado en la idea anarquista feminista que defendió y practicó la asociación de Mujeres Libres, agrupación femenina anarquista, para la cual la igualdad de la mujer era el objetivo, no negando su papel maternal, sino defendiéndolo desde la maternidad deseada y consciente. Baltasar ilustraba la revista homónima con esas mujeres llenas de gozo en el seno de la crianza, en la que veía más que el trabajo el juego y el placer. En plena guerra civil algunas veces aparecen los dramas de madres dolorosas en la publicación, o incluso las heroínas del pueblo compartiendo la lucha con los hombres.

Sin embargo, cuando retoma la escultura tras la guerra mundial en Paris, la felicidad de la liberación hace reflotar aquella promesa de una mujer nueva, en base a su libertad para ser madre, idea que compartió íntimamente con una de las fundadoras de “Mujeres Libres”, Mercedes Comaposada, su compañera de vida, más conocida por el apellido Guillen.

El desnudo femenino juega en el aire del niño que vuela, una y otra, y otra vez, en numerosos ejemplos desde el año 47 al 57 especialmente, siguiendo la estela de Picasso, la de su admirado amigo y maestro Henri Laurens , y en ocasiones la de Henri Moore. Si bien esos estilos y esa idea se tiñe además en numerosas ocasiones de un toque primitivo o del recuerdo de lo popular.

Lo primitivo era aquel mitificado universo fundacional ibérico que el mundo liberal había inventado en el terreno intelectual, y que habría de llegar hasta los artistas republicanos españoles, del comunismo al anarquismo, de Alberto Sánchez a Ferrant, a Lobo o a Ferrer. Lo popular se debía encontrar para las vanguardias españolas en la creatividad del pueblo, en sus viviendas de formas remotas, en sus materiales, en sus cerámicas o trabajos artesanos naif, en lo que en palabras de Rafael Alberti se llamaría “arte analfabeto”, ese que rescataba la pureza creadora anterior a la enseñanza reglada y académica del artista, idea obsesiva en las los artistas españoles y los escritores de los años treinta.

Para no alargarme, y aprovechando el asunto y la ocasión, podéis ampliar este último parágrafo con mi libro “Territorios sentimentales. Arte e identidad” (Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, 2012).
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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