Compás de espera

Se disuelven las Cortes y por unos días se abre un compás de espera, de cansancio, de hastío, de aburrimiento y de indiferencia. Quienes están inquietos son los políticos con sus listas, sobre todo los que son más ambiciosos y ven a la política como trampolín para el éxito social o un empleo rentable.

En un momento de caza de brujas y de justicieros con los colmillos afilados sedientos de sangre también están preocupados los que tienen cadáveres en el armario y tiene miedo que salten los cerrojos de estos cofres cerrados con siete llaves y salgan a la luz sus chanchullos y corruptelas, suyas o de familia.

Los ciudadanos, mientras tanto, están en el burladero de sus quehaceres cotidianos viéndolas venir y sumergiéndose en las Cruces de mayo, en los juegos deportivos, en el devenir normal de las familias con sus alegrías y rencillas, sus tareas cotidianas, sus quebrantos económicos y sus logros profesionales, sus enfermedades y sus curas.

Ahora en primavera es la hora de las alergias, los picores y los amores precoces y tardíos. Es la vida real, en una palabra. Las elecciones son momentos de reflexión, de arqueo y de ajuste de cuentas. Una sociedad es más democrática cuando políticos y ciudadanos, gobernantes y gobernados, están muy cerca unos de otros, cuando política es devoción, abnegación y servicio o pugna, lucha y estallido social.
Las dos caras de la misma medalla y de la realidad que como Juno es bifronte. En este compás de espera en el panorama social y dentro de una falsa apatía que es tan sólo un necesario paréntesis para librarse del resuello y coger aliento, lo que flota es por un la lado la decepción y el lamento de los progresistas, que estuvieron muy cerca de saborear las mieles del triunfo y que por cálculos que temen sean equivocados no lo consiguieron y sienten escalofríos ante una posible derrota, y de los conservadores que respiran aliviados, se lamen sus heridas como los perros de presa, se recuperan de sus angustias y se ilusionan ante las nuevas justas electorales.

En este sutil sentimiento, en esta puerta estrecha, entre el paraíso perdido y el Eliseo reconquistado se juega muy probablemente la suerte de las elecciones del 26 de junio, entre los que se les hacia la boca agua y estaban prestos para el gran banquete y los que se ven como náufragos salvados milagrosamente de la catastrofe y se aferran alegres a los salvavidas. Son dos actitudes y humores diferentes. La moral de victoria puede ser decisiva.

(Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación).