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Sánchez, con las gitanas rumanas

lunes, 18 de abril de 2016
El nuevo ruego de Pedro Sánchez a Podemos para que la ayude a formar gobierno hecho este mismo martes, y después del enésimo desprecio recibido de Pablo Manuel Iglesias, recuerda una escena vivida hace un mes en la Plaza Mayor de Madrid.

Ocurría cuando unas gitanas rumanas saltaban a cuatro patas, se revolcaban por los adoquines, y se peleaban por unas monedas que arrojaban entre risotadas una turba de holandeses seguidores del PSV, un equipo de fútbol que jugaba en la ciudad.

Algunas organizaciones denunciaron a aquellos “hooligans” por “humillación racista”, pero ellas los defendieron: no habían sido vejadas, y agradecían el dinero recaudado.

El líder del PSOE comenzó a revolcarse para los podemistas cuando tras denunciarlos como chavistas y peligrosos populistas los declaró súbitamente de “izquierda progresista”.

Pero Iglesias Turrión seguía llamando “casta corrupta” al PSOE, igual que al PP, al extremo de que calificó a su portavoz de entonces en Madrid, Antonio Miguel Carmona y a otros notables dirigentes militantes de “subnormales profundos”.

Sánchez, que había prometido que nunca pactaría con Podemos, tras las elecciones hizo todo lo posible para lograrlo.

Y soportó silencioso que Iglesias le nombrara medio gobierno antes de hablar con él, y que insultara a Felipe González y a sus gobiernos acusándolos de asesinatos ocultados con cal viva.

A más insultos, Sánchez contestaba con más saltos grotescos en la Plaza Mayor y con las mejores palabras esperando que le tiraran monedas, que le caían de vez en cuando diciéndolo que él podía ser recuperable si se apartaba de los otros socialistas.

Se alió con Ciudadanos para darle celos a Podemos y un poco por quitarle un posible aliado al PP, pero tras fracasar en el Parlamento y volver a hacerlo en nuevas y repetidas negociaciones, Sánchez le ha tendido otra y otra vez la mano mendicante a Turrión. Y en ello sigue, como diciendo, qué poco caritativos estáis siendo conmigo, que os amo.

Otra vez revolcándose para recoger unos céntimos que al final podrían permitirle gobernar, pero sin honor, sin poder, sin dignidad.
Molares do Val, Manuel
Molares do Val, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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