Mi amigo el desertor

En Italia lo conocí viendo por televisión un partido de futbol. En una mesita junto a la mía dos hombres jóvenes hablaban en español con un fuerte acento árabe. Les pregunté de donde eran y me contestaron que de Siria y que uno trabajaba en Alemania como médico y el otro en Italia en el ramo de la construcción.

La afición al fútbol nos hizo amigos y me enteré que había huido de Aleppo cuando vinieron a alistarlo al Ejército. Entonces,le dije cuando tuve más confianza con él, tu eres un desertor y no un refugiado. Un poco de vino blanco de los Castelli Romani, de Frascati me hizo seguir en mi interrogatorio provocación. Si todos os vais, es decir desertais, quien va a defender vuestro pais, vuestra familias y propiedades.

Me sacó a relucir los refugiados españoles que después de la guerra civil tuvieron que irse a Francia. Bueno, es cierto, le repliqué, pero fue después de una derrota, tu y muchos como tu en edad de combatir habéis desertado y no os podéis considerar refugiados.

Un gol de la Roma interrumpió una conversación que ponía en peligro una amistad futbolera. Después del partido en las noticias nos horrorizamos por las condiciones de los huidos de las terribles guerras de Siria y de Irak y nos indignamos por la terrible suerte de miles y miles para mi amigo de refugiados y para mi de desertores. Cuestión de punto de vista.

Mi amigo se ha hecho un furioso y apasionado hincha de la Roma, mientras yo siempre he sido de la tremebunda Lazio con su hinchada disparatada y un poco surrealista.

Para conservar la preciosa amistad y rivalidad deportiva no hemos vuelto a hablar ni de refugiados ni de desertores, pero para mi este hombre joven será siempre un desertor, alguien que no quiso defender su país, ni embarcarse en duras campañas bélicas, para quienes ven bromear y discutir por las jugadas y lances de los partidos somos un español y un refugiado.

(Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación).