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El Año del Mono

sábado, 13 de febrero de 2016
En un escenario de Walpurgisnacht, la noche de las brujas, de Aquelarre los cielos se oscurecen y los litorales cantábricos se agitan hasta el paroxismo. Olas gigantescas de nueve e inmesurables metros se elevan del mar como un dedo de Dios vengador y justiciero, son las fuerzas de la naturaleza desencadenada. El Año del Mono de Fuego presenta su tarjeta de visita. Las Bolsas del mundo se desploman mientras ese mar embravecido arranca inmesericorde a un niño de los brazos de su abuelo en Navia, que paseaban juntos padre e hijo con un bebito de 20 meses por una playa de Navia en Asturias, embrujados por el espectáculo de ese mar embravecido.

Son peruanos y asturianos que sin saberlo pagan un trágico tributo al mar. ‎Mientras tanto, los mercados financieros viven un momento crítico con sacudidas que emulan al mar, ese mar toujours le meme et toujours differente, siempre el mismo y siempre diferente como canta el poeta francés.

En este panorama de película de catástrofes los refugiados se agolpan en las fronteras turcas mientras arrecian los bombardeos rusos en Siria y en Venezuela los comercios solo pueden abrir únicamente cuatro horas al día por el desabastecimiento y las restricciones energéticas. El Mono de Fuego da saltos de campana y saltos mortales dejando sin respiración a quienes se atreven a mirarlo a los ojos. Sin embargo, amigos, no hay motivos para angustiarse, nunca llovió que no parara, reza el viejo adagio popular y en esos momentos de tribulaciones hay que refugiarse en la vida privada y en los pequeños placeres de la vida simple, en esa sonrisa fugitiva entre dos desconocidos o en esa madre joven que acuna a su hijo o en ese abuelo que cuenta sus recuerdos del pasado embellecidos por el paso del tiempo y busca interlocutores que le escuchen embelesados. Es la magia de la vida sencilla. Las pequeñas felicidades que la vida nos depara incluso en los momentos más aciagos.

Alegria, alegria, alegria, busquemos la dicha en nuestro interior en nuestro diálogo con la divinidad, el consuelo de la religion, busquemos esta alegría entre las paredes de casa, contemplemos a nuestro perro corriendo y jugueteando, leamos las informaciones deportivas y admirémonos de esos 160 millones de personas que se recrearon en las vicisitudes de los broncos y las panteras en la Superbowl de Estados Unidos y en sus espectáculos con Lady Gaga y Beyonce.

Hay que divertirse mientras la economía mundial cruje con ese diablillo del Mono de Fuego haciendo travesuras y complaciendose en sus grandes volteretas. Las ojeras de la Infanta se agrandan y en su banquillo del magno poceso de la causa Noos se ofrece indefensa al morbo del pueblo soberano, que como aquellas mujeres que iban a coser, a tricotar, mientras la guillotina segaba la vida de los aristocratas y las cabezas botaban con los ojos abierto por un suelo rojo de sangre.

Contra el apocalipsis, la vida sencilla,el nirvana del mundo pequeño. Es la hora de la fuerza interior y del vivir tranquilamente y saboreando ese milagro que es la vida. El Mono de Fuego se apaciguará, amigos y nos dejará en paz. Hasta la incalificable Carmena y su disparatada Celia y sus titiriteros acabarán por irse enredados en las llamas del mono chino, por ahora todo huele a chamusquina en la Villa y Corte de Madrid. Ay este dichoso mono de Fuego como brinca, como siembra el pánico, pero no nos vencerá. Sobreviviremos y la vida como el mar será siempre la misma y siempre diferente.

(Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación)
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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