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José Tomás descendió a la tierra

lunes, 08 de febrero de 2016
La corrida de toros del pasado domingo 31 de enero en el coso de Insurgentes, la gigantesca Plaza México, de una ciudad que de conocerse como México DF ha pasado a ser Ciudad de México un estado más dentro de los Estados Unidos Mexicanos. 45.000 aficionados se agolpaban en ese gran cono invertido que es esta plaza que frecuente en mis años mexicanos y se daban palmadas unos a otros preparándose para el festín del rico Epulon o a unas suntuosas bodas de Camacho con una expectación que rayaba en el delirio. Para los profanos de otras artes y deportes era como una final del campeonato del mundo de futbol, o un Australia Nueva Zelanda de rugby o una Superbol del fútbol americano. El lleno a rebosar no se recordaba en los últimos veinte años. El diestro de Galapagar, este místico del toreo aparecía muy delgado, rayando en lo ascético, de rosa y oro, parecia dicen los que tuvieron la dicha, el escalofrío de verlo, que caminaba hacia su Panteón. Unos años antes en Aguascalientes, ante los entendidos y entusiastas aficionados hidrocalidos estuvo a punto de dejar el pellejo ante un toro marrajo que no tuvo piedad de este monstruo del arte de Cuchares. Ahora hacia el paseillo con semblante serio y concentrado. La apoteosis estaba al alcance del Maestro de Galapagar,pero las renqueantes y mansas reses de Los Encinos frustraron las altas expectativas,haciendo bueno el dicho taurino tantas veces repetido "Mucha expectación Mucha decepción". Joselito Adame la figura de Aguascalientes formado en España en su afán de acoplarse al toro ibérico más poderoso y con muchos más kilos, tampoco pudo sacar partido de su lote, aunque en el último le concedieran dos orejas, para apaciguar a unos aficionados chilangos decepcionados por la falta de resultados triunfales. En México se vive la fiesta con gran pasión y sus toreros sientan cátedra con la capa, que maravilla fue Manolo Martinez, y en el arte de dar la definición exacta de las características de cada toro, el escueto negro zaino, se convierte en cinco o seis adjetivos que elevan al morlaco a la categoría de obra de arte. Mis amables lectores me dirán que les estoy sirviendo pastel de liebre sin liebre y no les falta razón, pero es triste reseñar que José Tomás por unas pocas horas bajo de su pedestal y se hizo humano. Tuve ocasión de presenciar en mi tendido 7 de Las Ventas del Santo Espíritu cuatro tardes triunfales en que los aficionados nos rompiamos las manos aplaudiendo contemplando la perfecta y casi obscena simbiosis entre la fiera y el hombre, que pisaba un terreno inverosímil y se ceñia, se ceñía, se ceñía hasta lo inverosímil en un tango lento y violento que ponía los vellos de punta. Por esto no quiero ofuscar mi memoria relatando como la misma mano de los San Isidros de leyenda se trasmuto en un apéndice torpe y titubeante, que al final motivo la repulsa del respetable que Oh Horror llego a despedir al de Galapagar entre los pitos y la bronca. Naturalmente para un artista, un Don Juan o un político lo peor es la indiferencia que hiere y hiela la sangre. Entre los silbidos y las emociones contrariadas José Tomás recobro su magisterio y se vovio a enfundar el brioso y colorido terno de la leyenda, que Viva México y nuestra denostada Fiesta Nacional. José Tomás la ciudad de México te debe una.

Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación.
Antuña, Joaquín
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