No me refiero a los hermanos Marx ni a su famoso camarote que tanto se parece a los pactos del Divino Pedro, nuestro Machoman nacional con los podemitas de todo tipo y pelaje, sino a una noche en la opera de Viena, en la imperial capital de Austria.
Un ballo in maschera bajo la dirección de Jesús López Cobos y un gran Ramón Vargas. La historia trágica de Gustavo de Suecia adornada y realzada con las vibrantes notas verdianas que en Viena se convierten en marchas marciales.
Esta ciudad que hasta la primera guerra mundial fue la capital del Imperio Austrohungaro, con su gran emperador Francisco José, que junto a Maria Teresa han hecho de Viena una ciudad monumental de suntuosas iglesias y grandes palacios con una arquitectura burguesa de las clases cesáreas con casas palacios.
Con la pérdida del imperio Austria conserva su gran capital, pero pierde la realeza y la pompa que imponían los Ausburgos. De la Opera arranca la Kartner Strasse el centro comercial de la ciudad y escaparate del lujo internacional en que no faltan ni Desigual, ni Mango, ni Zara y en el otro extremo después del deleite del buen gusto se eleva orgullosa la catedral de San Esteban un prodigio de ese arte barroco festivo, de corte, que impregna a Viena.
En la Opera que cuenta con un palco real corrido y muchos palcos se exhibe una fauna humana muy clásica y elegante como si estos altivos vieneses y las damas engalanadas fueran inmunes al feismo sans culotte que nos invade en España. Recuérdese cuando Bono reprochó a un ministro de Zapatero comparecer sin corbata en un hemiciclo de las Cortes convertido ahora en un hemicirco en feliz expresión de un tertuliano de Carlos Herrera. Aqui todavía se ven muchos abrigos clásicos y no abundan tanto esta vestimenta entre esquiador y explorador del Ártico y las regiones alpinas que usamos la mayoria.
En el periódico el Kurier se preocupan hoy de los populismos y nacionalismo que invaden la Unión Europea y amenzan con hundirla. No se menciona a España, entre el Carnaval del Sur solo se habla de Grecia, pero lo que aquí preocupa es la deriva autoritaria de sus vecinos hungaros, eslovacos y polacos, estamos en MittelEuropa y aquí se percibe el aliento helado de los refugiados que se enfrentan a un frío glacial y están en sus fronteras. Para los turistas Mozart y sus souvenirs de todo tipo, incluso chocolatinas son junto al pintor Gustav Klimt el del famoso beso interminable los grandes reclamos.
Estas ciudades centroeuropeas se mecen en perpetuos valses y son maravillosamente demodés, de tiempos pasados en que entre una vigorosa revolución industrial y grandes luchas obreras surgía un mundo monumental y en su superficie armonioso, del subconsciente y sus fantasmas recónditos se ocupo Sigmund Freud y últimamente entre la belleza ambiente han surgido monstruos sin cuento y en la época nazi los austriacos se distinguieron por entusiastas y sanguinarios.
Por ello esta noche en la Opera en la imperial Viena nos hace pensar en las luces y las sombras de la condición humana.
Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación.
