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Horacio Fernández Gómez

miércoles, 30 de diciembre de 2015
Un reconocido maestro agasajado con una calle en Cariño
(Ortigueira, 21 de octubre de 1891- 14 de junio de 1950)

Horacio Fernández Gómez
Horacio Fernández nació en Ortigueira el 21 de octubre de 1891, concretamente en la carretera general cuando a esta todavía ningún alcalde le había puesto ningún nombre, pues no será hasta 6 de agosto de 1913 cuando el entonces alcalde accidental Manuel Bares Rey promueva ponerle el nombre que su amigo y vecino Leandro Pita Sánchez Boado le había sugerido al ayuntamiento de fraile ortegano y obispo de Marruecos Alonso Pernas.
El futuro maestro fue hijo de Vicente Fernández Rodríguez, procedente de una familia de Lugones, en Asturias, y María Dolores Gómez Martínez, natural de Ortigueira. Años más tarde, cuando ya había radicado su vida profesional en la comarca, se casó con otra maestra muy conocida y querida por todos, Gregoria Calvete Beltrán, que procedía de Bujaraloz, en Zaragoza. Ambos se conocieron cuando impartían docencia en el puerto de Cariño, en donde él tiene una calle dedicada. A la celebración de su matrimonio el 8 de julio de 1921 asistieron las más altas personalidades de la comarca, oficiando como uno de sus testigos el banquero Manuel Casariego Bares-Rey, pues ya en aquellos momentos Horacio era presidente de la Asociación de Maestros de Primera Enseñanza del Partido Judicial de Ortigueira.

Durante su etapa de maestro en la comarca de Ortigueira, Horacio Fernández pasó por varias escuelas. La primera de ellas fue la de Espasante, en donde estuvo desde 1917 hasta 1919. Su partida no se debió a ningún tipo de insatisfacción en su puesto sino para conseguir llevar la paz a la enseñanza en Cariño, tras varios años de continuas disputas entre su maestro Manuel Lugilde y una parte de la vecinos de la sociedad cariñesa que le hacían responsable de la falta de atención a sus alumnos. El conflicto fue muy comentado por la prensa de la época tanto mediante artículos y proclamas aparecidos en La Voz de Ortigueira como en La Voz de Cariño y El Pueblo de Cariño.

De hecho, en 1918, La Voz de Ortigueira publicó varios artículos de denuncia. Uno de ellos bajo el título “La instrucción en Cariño. Por dignidad”, que se iniciaba con las siguientes preguntas “¿Es posible que haya quien mire indiferente el infanticidio moral que en este puerto se está perpetrando hace años? ¿No es irritante y lamentabilísimo ver como vegetan centenares de niños, sinque su inteligencia sea más cultivada que la de cualquier animal doméstico. Pues eso es lo que sucede en Cariño, y, simplemente, porque nos da la gana, subrayándolo y todo”. A esta crónica le siguió otra con el enunciado “La instrucción primaria oficial en Cariño” en la que se aludía a la falta de interés del Estado por crear un centro de educación en el puerto y en donde se definía la situación como insostenible. Según comentaba, “ahora no es realmente lo peor que no haya escuela, sino que los niños la detestarán un tiempo después de establecida”, para después continuar su crítica afirmando que “en el supuesto de que se inaugure el colegio en esta localidad -lo que va a ser un hecho al fin- ¿Qué adelantos se conseguirán con un solo profesor para un pueblo de tres mil habitantes? Habiendo en Cariño como en realidad los hay, alrededor de quinientos niños en edad escolar”. Por último, hacía una referencia casi subliminal a la presión que debería ejercer el pueblo contra los maestros que no cumplían con sus deberes profesionales sin ningún tipo de alusión concreta. Sin embargo, a la semana siguiente dejaba claro el malestar del pueblo de Cariño con su maestro, al que reconoce como Lugilde, y que pondera como “una excitación sin precedentes en la historia de Cariño […] y sería plausible que la Asociación del magisterio que reside en Santa Marta optase por intervenir en la cuestión y viese de solucionarla en forma que pudiere evitar la lucha entre el pueblo de Cariño y el Señor Lugilde. Entre las posibles opciones que le da al asunto están las ofrecidas por “la población cariñense [que] pide el traslado del referido señor maestro, y cómo aunque por vías legales pudiese el señor Lugilde hacer caso omiso de ese clamor y quedarse en su puesto contra viento y marea, aun teniendo en su mano ese resorte, decimos, casi sería posible resolverse a permutar con otro compañero que preste servicios en alguno de los pueblecitos vecinos”. Esta fue, justamente, la solución adoptada fue, y el maestro de Cariño acabará intercambiando su plaza con el entonces maestro de Espasante Horacio Fernández.

El corresponsal de La Voz de Ortigueira en Cariño, Pancho de Pita, publicaría después un artículo en el que daba su opinión sobre esta permuta de puestos bajo el titular Esperando el nuevo maestro, en el que avanzaba que “el vecindario de este puerto espera con impaciencia la llegada del nuevo maestro D. Horacio Fernández, cuya venida saludará con un entusiasta recibimiento”.

Pese a todo, el entonces presidente de la Asociación de Maestros de Primera Enseñanza del Partido Judicial de Ortigueira, José Pérez Yáñez, corregía en parte los hechos anotados sobre las desavenencias entre el pueblo de Cariño y el maestro cuestionado. manifestando que se había hecho una campaña en contra de él sin tener en cuenta que “ningún pueblo puede juzgar a su Educador sin darle un local donde demostrar sus aptitudes pedagógicas”.

Señalaba, además, que su asociación “vería con placer que en vez de proseguir con la crítica contra el señor Lugilde, empleara sus energías en construir edificio propio, con todas las condiciones que la moderna Pedagogía exige, a fin de que pudiera graduarse la enseñanza en un pueblo por su densidad de población tiene intrínseca necesidad de más Educadores y entonces esta Asociación correspondiendo a su gran amor y simpatía a la niñez y al cultivo de las infantiles inteligencias, ayudaría a encauzar dichas aspiraciones hasta que se convirtieran en realidades”.

La respuesta del sector contrario al maestro no se hizo esperar, contestándole que “parece infantil querer hacer la defensa del maestro aludido, pretextando que, por carecer de local últimamente no ha podido probar aún sus méritos, siendo como es bien sabido que el no disponer de casa para escuela debióse al interés de todos nosotros de no facilitársela, prefiriendo carecer de maestro a tener uno que no crecíamos conveniente para el cultivo de las inteligencias juveniles, por motivos justificados”.

Una vez realizado el traslado y ante el gran número de niños que debería instruir, el nuevo presidente de la Asociación profesores de primera enseñanza y maestro de la escuela de niños de Cariño, Horacio Fernández Gómez, solicitó del ayuntamiento ortegano un suplemento de su sueldo mediante “una gratificación anual que compense sus sacrificios en pro de la enseñanza en dicho puerto al atender por si solo a una población escolar tan numerosa como allí existe”, y que, según él, debería ir a cargo de los fondos municipales. Algunos meses más tarde, también reclamará al municipio que le conceda más material para su escuela “dado el extraordinario número de alumnos concurrentes a la misma”, a la vez que le comunicaba que “el encerado y el caballete que habían sido adquiridos por cuenta de fondos municipales para las clases públicas y gratuitas que dio en el teatro de esta villa sobre aritmética mercantil Don Vicente Romero Hernández, Administrador que fue de este pueblo”, eran a todas luces insuficientes. Poco tiempo después, el ayuntamiento le envió el material que le había pedido a la Dirección General de Primera Enseñanza.

Una de las primeras actividades que el ahora maestro de Cariño realizó fue la celebración de una charla. Para ello invitó al médico del puerto, Antonio Laviña Durricart, a que disertase en su escuela sobre el tema de La educación física en la escuela. Durante su exposición el galeno fue desgranando los aspectos intelectivos, morales, religiosos y físicos de esta actividad, citando para ello a pedagogos tan ilustres como Spencer, al que le atribuyó la recomendación de introducir en los programas escolares las actividades físicas y los juegos al aire libre, paseos y excursiones, con el fin de lograr lo que el romano Juvenal había escrito: Mens sana in corpore sano. Tras esta conferencia, sería el activo maestro de Sismundi Federico Yuste el que se acercaría semanas después al centro cariñés para dar otra charla.

Ese mismo año de 1919, Horacio recibiría un premio que hoy calificaríamos de medioambiental, ya que se concedía a aquellos profesores que más árboles hubiesen plantado con sus alumnos. Al igual que a él, se le fue otorgado también al anterior presidente de la asociación de maestros y docente de la sección graduada de niños de Ortigueira, José Pérez Yáñez. Sin embargo, poco después, el jurado le retiró el suyo a la escuela de Cariño al declararla fuera de concurso por no haber notificado ningún mérito. Al año siguiente, el galardón del concurso fue a parar nuevamente al escolar representado por Horacio Fernández Gómez. En 1921, en la que fue su tercera vez convocatoria, ningún maestro de la comarca presentó la candidatura de su escuela a pesar de que la corporación había previsto una dotación para premios de cien pesetas, lo que le llevó a archivar el expediente.

Por otra parte, también hay que significar que Horacio Fernández también fue un digno defensor de los intereses profesionales de los maestros, ya fuese como presidente de la asociación o como su representante en algunas de sus comisiones. Tal fue el caso de la que le dirigió al presidente del Consejo de Ministros un telegrama el 29 de julio de 1919 para que “apoyase y facilitase la aprobación de plantillas del Magisterio”, a la vea que le hacía llegar otro al ministro de Instrucción Pública por su “actitud franca y resuelta promejoramiento de la clase y de la escuela”. Así mismo, acudió, junto con los vocales Crescencio Llorente de los Mozos, maestro de la escuela graduada de Ortigueira, y Germán Suárez, de la escuela de A Pedra al ayuntamiento el día 6 de abril 1920 con el objeto de denunciar su disconformidad con los honorarios percibidos. Este comité mantuvo una entrevista con Federico Maciñeira, al que, en primer lugar, felicitaron por su reelección y la excelente labor que venía realizando al frente del municipio “que le hacen figurar a la cabeza de todos los de la provincia y que pedido por dichos Señores que el Ayuntamiento al igual que lo hicieron la casi totalidad de los de España, tuviese a bien interesar telegráficamente de los Señores Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de Instrucción Pública y Diputados a Cortes por el Distrito que pendiente de aprobación en el Senado el dictamen sancionado por el Congreso sobre aumento de sueldo a los maestros, apoyasen la fórmula del Diputado Señor Vicenti ya que con personal mal retribuido no puede ser eficaz la enseñanza”. Tras la reunión, el pleno de la corporación acordó por agradecer, “la atención y las frases laudatorias de la comisión citada y aprobar con la mayor complacencia los telegramas cruzados dado lo justo de la petición que envuelven”.

En cuanto a su labor de presidente de la Asociación de Maestro del Partido Judicial de Ortigueira, consiguió llevar a debate algunas propuestas pedagógicas cuya finalidad era darle un mayor relieve a la educación de la comarca. Una de estas fue la de establecer un museo escolar en todas sus escuelas, concebido como un colección de objetos adaptados a las condiciones de Galicia y a las necesidades de la enseñanza de sus alumnos; y cimentado más en lo útil que en lo complementario; donde los alumnos pudiesen conseguir unos logros interesantes e inspiradores por medio de una enseñanza intuitiva.

Durante su estancia en el puerto de Cariño, Horacio también planteó varias excursiones con sus alumnos tanto para enseñarles en la práctica elementos tan novedosos para la época como la planta de energía eléctrica situada en la parroquia de Landoi como para intercambiar experiencias con los alumnos de otros centros. Uno de estos intercambios tuvo lugar los centros educativos de Cariño y Ortigueira. En él participaron los sesenta alumnos del puerto capitaneados por sus profesores Horacio Fernández, Gregoria Calvete y Encarnación Moure que arribaron en lancha a Ortigueira. A su llegada, el profesor Horacio Fernández hizo hincapié en la “importancia pedagógica de las excursiones escolares. Díjoles que iban a ver la mejor escuela de Galicia [en referencia al escolar ortegano], tanto en edificio como en el material de que esperaba guardarían grato recuerdo”. Además de escolar, los escolares visitaron el aserradero, la cárcel, el cementerio, el hospital, la iglesia y la imprenta de Fojo. En cada uno de estos lugares recibieron las oportunas explicaciones por parte de sus maestros o de sus representantes.

Horacio también consumó, en 1921, la primera Fiesta del árbol que se celebró entre los alumnos cariñeses. En aquella ocasión, hubo desde música y misa hasta discursos de los algunos de los maestros más destacados de la comarca, como fueron, Horacio Fernández, José Pérez Yáñez y Federico Yuste. Los niños y niñas portaron sus banderitas de Galicia, y cantaron el himno gallego y del árbol, con el acompañamiento de la música interpretada por la Banda de Rebollar, que participó en los actos conmemorativos de forma gratuita. Los seiscientos alumnos congregados en el acto aprovecharon la ocasión para reclamar la urgencia de la creación de una escuela graduada para el puerto de Cariño.

Pese a todo, la estancia de Horacio Fernández en Cariño fue corta, ya que el 27 de septiembre de 1923 fue trasladado a la escuela de Loiba. En esta ocasión, el motivo de su fue acompañar a su mujer, como docente consorte, que ahora debería ocupar el puesto de maestra en la citada parroquia. En su nuevo puesto, el joven docente siguió estimulando a sus alumnos a que desarrollasen todo tipo de actividades. Así, por ejemplo, con motivo de la fiesta del árbol de Loiba el 17 de abril de 1926, su centro y el de su mujer ejecutaron el siguiente programa: A las 10 de la mañana, los niños y niñas de ambas escuelas y sus respectivos profesores se dirigieron al campo de la feria escoltados por una sección de la Banda de Garrote. Después, se celebró una misa solemne en la capilla de la feria, tras la cual los asistentes entonaron los himnos a la bandera, a Galicia y al árbol, cantados por un coro de 150 voces infantiles acompañados por la música. Para finalizar los actos de la mañana, se tocaron dos bailes. Por la tarde, el profesor Horacio Fernández presentó a los conferenciantes, actuando a continuación, varios niños que recitaron varias poesías. A estos les sucedió en la toma de la palabra el maestro de San Claudio, Federico Yuste, con un discurso alusivo al acto, al que siguió un coro de varios niños que cantó el Himno al ahorro, con letra de Blanco Belmonte, y música de Julio Gómez. Tras él, intervinieron dos niñas que escenificaron el Dialogo de Solana y otros dos niños que personificaron el diálogo de La Cartilla del Mosca, para rematar otro niño con el monólogo Niña castigada.

Se pasó después a cantar la canción popular Anuncio de la Primavera y la Canción Campestre, que dio paso a la representación de la obra cómica de teatro en dos actos Lonxe d'a Terra, de la que era su autor el propio Horacio. Con posterioridad, la troupe escolar se trasladaría a Cariño para reponerla en el local do Pósito de Pescadores de Cariño en el mes de julio de ese mismo año. Los actos del día del árbol se cerrarían con una conferencia de Leandro Pita Romero, poniendo su broche una fiesta popular.

El 23 de mayo de 1929, a los 32 años de edad, falleció en San Juan de Filgueira (Ferrol)su mujer, quedando él viudo y a cargo de las cuatro hijas del matrimonio: Marianela, Alicia, Gloria y Eugenia Fernández Calvete. Una de ellas se transformaría posteriormente en una reconocida dentista primero en Ortigueira y más tarde en A Coruña. Allí, Alicia recibiría múltiples homenajes, el último de ellos en el mes de marzo de 2012 por medio del ayuntamiento de la ciudad como testimonio de ser una de las pioneras de la Odontología en la capital herculina. Un acto institucional que contó con la participación de muchos de los miembros y representantes del colegio profesional.

Horacio falleció a las ocho de la tarde del 14 de junio de 1950 en la casa situada en la misma calle en que había nacido, la carretera, pero que, entonces, por obra de los nuevos representantes locales, llevaba el nombre del general Franco. Su funeral fue oficiado por otro insigne maestro de Ortigueira, el cura ecónomo Jesús Márquez Cortiñas.
Por último, hay que mencionar que Horacio escribió diversos artículos sobre diversos temas relativos a la enseñanza, la mayoría de ellos publicados en La Voz de Ortigueira y colaboró con Ben-Cho-Sey durante su estancia como maestro de Cariño en su cuestionario sobre la investigación del Folk-lore encol dos nenos en Cariño, cuyos resultados serían publicados, primero, en la revista Nós, en gallego, y, más tarde, en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, en castellano.
Suárez Sandomingo, José Manuel
Suárez Sandomingo, José Manuel


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