En 2008, mientras andaba, del verbo andar, por El Bierzo con el fotógrafo Anxo Cabada y mis hijas Sandra y Alicia, conocí a los luchadores ejemplares de la plataforma ecologista Bierzo Aire Limpio.
Desde entonces ha sido una larga marcha, va para ocho años, llena de dudas, bajones y zancadillas, pero también de sólido apoyo ciudadano, premiada por la satisfacción ética de la sentencia del Tribunal Supremo que pone en su sitio a empresas sin escrúpulos como Cosmos y administraciones con menos escrúpulos aún, como la Junta de Castilla y León, cuyo papelón en este turbio asunto deben examinar con lupa los bercianos el próximo 20D.
En El Bierzo no necesitamos ni un solo empresario depredador, de los que, so pretexto de crear no se sabe qué riqueza ni qué puestos de trabajo, pan para hoy y hambre para mañana, saquean la mena y nos dejan la ganga. La ganga, el desecho: los montes, valles y ríos contaminados en Fabero, Villablino, Tremor o Cabrera. También dejan un reguero de enfermedades laborales y familias hundidas, cuyas secuelas pagamos todos mientras ellos disfrutan de ganancias ilícitas.
No es negarse al progreso, no se confundan: es negarse al saqueo. El progreso o es limpio y sostenible, o no es progreso, sino basura. El progreso del Bierzo pasa por el uso ecológico de sus recursos naturales. No vamos a condenar ahora la minería de Julio Lazúrtegui en 1918, pero han pasado cien años y el planeta Tierra, nuestra casa común, está en ebullición. Escuchemos la última encíclica de Francisco o la cumbre de París sobre el cambio climático. Con los contaminadores que se ciscan en nuestra tierra, tolerancia cero.
Escojamos: o su beneficio facilón, egoísta y a corto plazo, o el futuro de nuestros hijos e hijas. Tengo mi corazón y mi cabeza con los amigos y amigas de Bierzo Aire Limpio, que estos días celebran su éxito, el éxito de todos los bercianos contra la incineración en Cosmos. Enhorabuena y alerta: la amenaza sigue.
