A Edmundo Moure Rojas...
Prosigo acumulando notas y bocetos, acostándolos en mi libreta roja, para mencionar, en cualquier momento, hechos mágicos y radiantes confluencias en este enclave de mestizajes, de prodigios y atractivos, que sigue siendo para mí Santiago... Una tarde me detuve ante una librería de viejo con la idea de reposar mis cansadas piernas de caminante en superficie, cuando reparé en un libro y su autor: Chile a la Vista, y que el entrañable amigo Eduardo Blanco Amor (de quien conservo su última carta) publicó en 1951 por medio de la «Editorial del Pacífico», alcanzando desde entonces varias ediciones y revelándonos con él su agudeza psicológica... Narra Eduardo su encuentro en la capital chilena con su amigo Ramón Suárez Picallo, que le dice: "Tienes que amar a este país... ¡Bendito sea él! Sólo aquí, después de haber trotado por tanta América, siente uno que se le curan las heridas, que la vida puede tener una secuencia y que aún hay salida para los callejones murados"...
Llegado al ecuador del ensueño de mi primer viaje trasatlántico, que en tierras chilenas adquiría certificado de certeza, tocaba reparar en la nueva cúpula celestial, como agradecido hijo de las estrellas, para compartir con el escritor gallego Eduardo Blanco Amor aquella su idea de que "las suscitaciones neurálgicas vienen, aquí y allí, de raíces iguales e invitan a responsabilidades paralelas"... Ecuador de tan sorpresiva estancia que por momentos fermentaba gratas sorpresas en mi corazón de niño despejado... Por aquellos días, tanto acontecimiento inesperado fue precedido por uno deseado y aguardado, con la paciencia de quien sabe que no hay que amputar horas a la medida del tiempo que se precisa para comulgar con las querencias, con las que anidan en el corazón, y que en mi caso fue el reencuentro con Begoña...
Ahora, residiendo y respirando en Tierras de la bautizada Nueva Extremadura, y tierras también, las situadas al sur, que fueron denominadas Nueva Galicia, las tierras de Chiloé, de las que tanto habla el escritor Edmundo Moure Rojas, magnífico tenedor de libros, mezcla de luminoso chilenismo y hondo sentido de la galleguidad. En Crónicas de la Emigración (4 de junio de 2010), escribía Isaac Otero: Chiloé y Galicia. Confines mágicos, es el título que reluce en el libro no hace mucho tiempo presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires que corresponde a la autoría de Edmundo Moure Rojas. Editado por el Grupo de Comunicación de Galicia en el Mundo, colección Crónicas de la Emigración, Vigo, 2009, el presente ensayo nos manifiesta la ósmosis antropológica entre dos finisterres geográficamente distanciados, mas henchidos de paralelismos populares y fantásticos y afectivos: la vetusta Galicia atlántica y la Nueva Galicia austral que es Chiloé o Chilhué, topónimo con la semántica de lugar de gaviotas...
Y tal que si Santiago estuviese aguardándome, como destino para cumplimentar el mosaico biográfico de un mapa sin fronteras, en una inolvidable tarde noche rokhiana, invitados por Patricia Tagle, se dieron otras felices confluencias... Begoña y yo conocimos a Edmundo Moure, del que algunas cosas sabía por medio de su obra. Nacido en esta ciudad, es hijo de madre chilena y padre gallego... Nos habló largo de su vida, y entrañablemente -con morriña y saudade- de su abuela Elena, la que le contaba historias de una aldea lucense en el mapa de sus orígenes... nos habló del día en que viajó por vez primera hasta Galicia, para saber de la tierra de sus antepasados, y rememoró aquella primera noche sin poder dormir por causa de tantas emociones, como las vividas en el abrazo prolongado con un pariente del que le separaban incontables años y más de diez mil kilómetros, provocándole lágrimas de rocío, lágrimas de orballo cuando el vapor íntimo de los recuerdos se condensa...
Edmundo -gran conocedor de las literaturas gallega y española-, ejerció de Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile en el año 1989, y de Director Cultural de Lar Gallego desde 1994. Pero, sobre todo, el chileno Edmundo ejerce de gallego
universal, y con él cantamos a coro y cappella canciones de la gran Rosalía de Castro, que los allí presentes, (en la fiesta de Patricia Tagle, entrañable anfitriona) escucharon entre atónitos -por la sorpresa- y emocionados... A los pocos días, el uno de diciembre de 2014, recibo un correo suyo, invitándome a participar en una tertulia abierta entre autores que se reúnen en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile, con el deseo de que los acompañe, lo que haré acudiendo a la cita en la Casa del Escritor, sita en calle Almirante Simpson, nº7... Después, visitas y encuentros fueron sucediéndose, multiplicándose...
Y así, según transcurren los días, semanas y meses, entiendo y comprendo mejor a mi amigo Eduardo Blanco Amor, que escribió: "Quedé enfermo de Chile, contaminado de Chile; para mí no es un país sino un vicio"... Un Eduardo que al llegar aquí se encontró con Ramón Suárez Picallo, como yo me encontré con el amigo Edmundo Moure...
Antes de iniciar la serie chilena de retratos «Colgados de Las Letras», dedicada a literatos de estas tierras, me lancé a realizar uno del amigo Edmundo, que más allá de colgado de las letras y guardián de libros, es coleccionista de emociones y relatos que traspasan fronteras... Retrato con una breve dedicatoria: "Al tenedor de libros, amigo, compañero, y guardián de las esencias... A Edmundo...
NOTA: *Invasor amable: expresión acuñada por E. Moure para referirse al pintor gallego Antonio Chaves, hoy afincado en Santiago de Chile, desarrollando su labor pictórica e investigadora.
Antonio Chaves es pintor, escritor, coleccionista y gestor cultural.
