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Tractorada por la dignidad

viernes, 04 de septiembre de 2015
Me asomo a la ventana y los veo ahí abajo, en perfecta formación, como si de un ejército invasor en actitud de sitio se tratara, cientos y miles de tractores rodean la milenaria muralla hasta asfixiarla, en señal de protesta por las condiciones infrahumanas en las que se ven obligados a realizar su actividad diaria, tanto por culpa de una administración tan insensible como inútil como por las empresas distribuidoras, y que ya no están dispuestos a soportar ni un día más.

Su presencia me inspira sentimientos contradictorios, que van desde el orgullo de ver como los hombres y mujeres del rural gallego abandonan su secular conformismo para rebelarse contra aquellos que se enriquecen a base del sudor de sus frentes o aquellos otros que, desde el confort de la moqueta y el despacho oficial, han olvidado la noble función para la que han sido elegidos; hasta la pena de ver a estos sufridos paisanos que, después de haber sido castigados a diario de forma inmisericorde por la dureza de interminables jornadas de trabajo, se vean obligados a pasar la noche al raso para reivindicar algo tan básico y tan justo como el derecho a recibir un precio justo por la leche que producen en sus exploraciones.

Los veo y veo en sus caras y en el motivo de su reivindicación a la Galicia más real, más auténtica, pues ¿qué es Galicia más que la ganadería y la pesca, la rural y la costera, las verdaderas fuentes de nuestra riqueza y también la inspiración de nuestra cultura? Pero, detrás de su desgracia, puede verse también a la otra Galicia más tenebrosa y mezquina, la de los caciques de talonario y de carnet, siempre oculta pero omnipresente en los males seculares que aquejan a esta tierra, y que tienen su fundamento en su insaciable codicia y miseria.

Nos rodean pero ni ellos son nuestros enemigos ni los lucenses nos sentimos amenazados, sino que más bien nos identificamos como compatriotas suyos y copartícipes de sus reivindicaciones, que son también las nuestras, aunque pueda parecer que ocupamos trincheras distintas. Vaya para ellos nuestra más sincera solidaridad y el reconocimiento de que su reivindicación no puede ser más justa, aunque la Justicia no sea la virtud más cultivada entre los próceres de esta sociedad. Vayan también como testimonio de orgullo y admiración, los versos de don Ramón Cabanillas: “En pé, irmáns, sereos, a limpa frente erguida……”
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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