En campaña electoral

El principal arma del PP para las elecciones generales de diciembre contra el PSOE es advertirle a la opinión pública que Pedro Sánchez se aliará con Podemos para gobernar y, si es necesario, con otros grupos “de izquierda radical” y los secesionistas catalanes, vascos y gallegos.

Empezó la campaña electoral con este mensaje del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en el debate parlamentario que abrió la tramitación de los Presupuestos de 2016, y que tenía como silencioso avalista desde su escaño a Marino Rajoy.

Sánchez negaba con la cabeza, pero no dio un no rotundo en sus intervenciones en las que su principal mensaje no fue para demoler los presupuestos, sino para denunciar la corrupción del PP.

Mientras, el apagado caudillo de Podemos, Pablo Manuel Iglesias Turrión, decía prever un futuro gobierno de coalición PP-PSOE, como el alemán de demócratacristianos y socialdemócratas.

Su fuerza política cae en las encuestas, e Iglesias, para crear posibles frentes comunes en las elecciones generales, se pliega, bamboleante ahora, a otras fuerzas de izquierdas, nacionalistas, secesionistas, incluso posterroristas como Amaiur y Bildu, con las que era displicente.

El PSOE ha salido bastante maltrecho del debate porque Montoro le recordó, además de sus propias corrupciones, que ya ha pactado ayuntamientos y autonomías con Podemos, independentistas, incluso con posterroristas.

Estas alianzas socialistas, de inevitable reseña en los medios informativos, comienzan a provocarles problemas similares a los que sufrieron en las elecciones de 2000, cuando su secretario general, Joaquín Almunia, se alió con IU, dirigido por el duro comunista Francisco Frutos, contra José María Aznar.

El popular ganó por mayoría absoluta, como la que necesitará Rajoy para seguir, si pacta con Ciudadanos, mientras que Sánchez tiene un abanico mayor para unirse con quien sea…, incluido el PP, como hace Aguirre proponiéndole la alcaldía de Madrid al PSOE si Carmona abandona a Carmena.