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Asma

viernes, 22 de mayo de 2015
“El asma es un llanto ahogado”
Voltaire


Ahora que voy para viejo (algunos opinan que ya lo soy) ha recrudecido con ímpetus juveniles mi antigua asma, atacándome como en aquel febrero de 1948, en El Quisco, cuando veraneábamos en casa de los Mann, y mamá me hacía tragar por la noche una pócima de leche caliente con ajo crudo para dilatar mis bronquios congestionados.

Disponemos de inhaladores de distinto tipo; el más recurrido es el de salbutamol, pero me hace escaso efecto, como le ocurría al Che –otro asmático ilustre (como Voltaire, aclaro)- con los inhaladores soviéticos, que son una buena mierda (textual en sus Cuadernos de Praga) como la maquinaria pesada y los generadores eléctricos que colapsaban en la zafra cubana, impidiendo los logros de la cosecha revolucionaria…

Es angustiosa la sensación del asmático (también me acuerdo del tío Adolfo), porque la dificultad mayor estriba en expeler el aire, así es que te llenas del etéreo elemento y no puedes expulsarlo regularmente. Esto es psicosomático, dicen los especialistas, porque el padeciente tiene escasa capacidad para botar fuera sus efluvios, para exteriorizar la plétora, es decir, que guarda muy adentro sus pesares y no los expulsa como debiera. Puede ser, pero en el trance de la asfixia, te juro que no reflexionas mucho. Apenas da para exacerbar el sentimiento de culpa, pedir perdón en silencio y balbucear oraciones de contrición.

Al Che se le pasaban los ataques asmáticos con la adrenalina del combate. Tal remedio no me sirve, por razones obvias. Dicen que la marihuana (de buena cepa, sin componentes químicos) dilata extraordinariamente los bronquios y otros órganos y glándulas corpóreos (podría servirme, aunque a estas alturas me cuadra poco su fumadero alucinógeno).

Otro remedio o “secreto de naturaleza” es colgarse en el pecho una nuez moscada. Lo hice durante un tiempo, pero no me sirvió de nada. Recuerdo sí que una poetisa sonetista me dijo: “Tus besos saben ahora a pan de pascua”.

En la parroquia de Reñaca venden unos escapularios de San Expedito para conjurar los ahogos. Voy a probar; total, nada se pierde…
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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