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El modelo capitalista

jueves, 21 de mayo de 2015
Después del fracaso del comunismo a la hora de aplicarlo, el capitalismo, neoliberalismo o cómo demonios se llame ahora, arrasa, teniendo como principal objetivo el beneficio a toda costa, y las consecuencias de ello no se han hecho esperar: grandes desigualdades, miseria y pobreza infantil. Por lo tanto, ahora el problema no es el comunismo sino el capitalismo en su doble vertiente de especulación financiera y explotación laboral.

La crisis que se inició en el 2008 no es otra cosa que la consecuencia de que la economía esté en manos de financieros y especuladores en vez de estar en manos de empresarios de verdad, trabajadores y consumidores. Y así nos fue. Pero los primeros en recuperarse de la crisis, faltaría más, han sido las empresas del Ibex 35, que en el primer trimestre de 2015 obtuvieron una mejora del 38% respecto del beneficio obtenido en el mismo período del año anterior, y los bancos que cotizan en el Ibex 35 que ganaron en el primer trimestre un 65 % más que un año antes, mientras que los trabajadores sólo obtuvieron una mejora del 1 % en sus salarios.

Esa entelequia invisible y responsable de la crisis que son los mercados financieros, es decir, los grandes inversores, con la colaboración de la troika y los oligopolios empresariales, controlan la situación y se han permitido dar directrices a los Gobiernos para salir de dicha crisis, naturalmente siempre a su favor y en contra de los trabajadores, por ejemplo: trabajar más y ganar menos, abaratar el despido, retrasar la edad de jubilación, congelar las pensiones, bajar el sueldo a los funcionarios… Y todavía piden más, porque el capitalismo es insaciable. Como alguien dijo: "El problema del capitalismo no es que ellos tengan un millón de euros y tú un euro, el problema es que también quieren tu euro".

Dentro del capitalismo hay triunfadores, como suele decirse, “hombres que se han hecho a sí mismos”, una frase que suena muy bien, aunque la mayoría de las veces se hayan hecho a sí mismos a costa de otros; pero los triunfadores son los menos, porque para que alguien triunfe económicamente es necesaria la colaboración de muchos trabajadores y consumidores.

En el modelo capitalista, no se valora ni se paga lo suficiente el trabajo, ya sea de obreros, artesanos, expertos, médicos, ingenieros o incluso científicos, y la economía especulativa es mucho más rentable que la economía productiva. Con la reforma laboral y el mísero salario mínimo interprofesional que tenemos, puede darse el caso de que una persona trabaje ocho o diez horas diarias y gane poco más que para pagar el alquiler de la vivienda, y aquí no vale el cuento del libre mercado y de la ley de la oferta y la demanda que eso ya está muy visto y sus resultados también.

Resulta ridícula la filosofía capitalista de que hay que trabajar más, en un país con más de cuatro millones de parados, es decir, en un país donde escasea el trabajo y encima se trabajan muchas horas. Lo lógico en un Estado de bienestar es que, al no haber trabajo para todos, que sería lo ideal, haya al menos alimentos, ropa, vivienda y atención sanitaria para todos, es decir, si no se puede trabajar, por lo menos que se pueda comer, vestirse, tener vivienda y atención sanitaria.

Crecer y crecer y producir cada vez más productos de usar y tirar para tener a todo el mundo trabajando, no tiene ningún sentido. Frente al despilfarro consumista, lo lógico sería producir únicamente lo imprescindible, es decir, los productos básicos y algunos más que necesitan los consumidores y para ello, probablemente, no tendría que estar todo el mundo trabajando. Pero los que no tuviesen trabajo tendrían que tener también las necesidades básicas cubiertas.

Se dice que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos e incluso alguien dice que el capitalismo es el menos malo de los sistemas económicos, pues bien, admitiendo esto último, que ya es mucho admitir, ha llegado el momento de corregir los excesos y las miserias del capitalismo, un modelo económico que ha creado grandes desigualdades. En las próximas elecciones generales los ciudadanos tendremos la última palabra.
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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