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Elecciones y deber

lunes, 27 de abril de 2015
A veces en conversaciones oímos a personas que, desencantadas con la fauna política, nos plantean la posibilidad de no votar y, aún comprendiendo su decepción y enfado, nos aferramos a la idea de que nuestro insignificante voto pueda cambiar las cosas.

Cierto es que la clase política, exceptuada la gente honrada e idealista que considera que vale la pena su esfuerzo para cambiar las cosas, es una amalgama de mafiosos, trileros , mediocres, incompetentes…de muy diverso signo. Hay cristianos de garrafón, golfos con pedigrí, medras ignorantes, presuntuosos descarados…y, viendo las listas, aparecen conseguidores, charlatanes incontinentes, esclavos de su señor…gentes con escaso predicamento social, casi todos demagogos y escasos de bagaje de inquietud social y cultural.

Curiosamente, las personas con cierto halo de respetables por su valía demostrada en otros campos, huye de la política dado el enorme desprestigio que ha cosechado a pulso, no tan sólo en la Dictadura sino también en la Democracia. A nadie se le olvidan como aquellos brutos vencedores de la incivil Contienda lograron sus prebendas y como sus delfines se instalaron en los gobiernos de uno y otro signo. No importó la fidelidad a un ideario, sino el cargo que se iba a desempeñar.

Por su parte, los vencidos salieron con temor de la madriguera y perdieron el tiempo en estériles amagos de cambio, que no cambiaron prácticamente nada, si acaso el decorado, de un espectáculo que tampoco augura una excepcional alegría. Seguiremos siendo ordeñados por las eléctricas, se seguirá destruyendo el sistema se seguridad social, continuarán metiendo mano en el erario público empresas sanitarias, colegios privados y de atención a dependientes. En las ciudades el servicio de agua, guarderías y similares serán de gestión privada, bajo los falaces argumentos de que resultan más baratos y aquellos que continúen siendo públicos seguirán sin gestión eficaz por falta de control e inspecciones reales, no de bomberos de conflictos.

Hacienda seguirá siendo la asignatura pendiente y, por otra parte será difícil convencer al ciudadano para que pague el iva después de padecer ministros como el defenestrado Rato ¿Quién se va atrever a dar clases de moralidad pública con esta irritante fauna de gurteleros, ereros, y demás eros?

Lo que a mi entender resulta evidente es la necesidad de un cambio real, efectivo. No un quítate tú para ponerme yo. Un cambio profundo de mentalidad y de modos de hacer política. Hay que acabar con los oligopolios, industrializar el país, apostar por las tecnologías y las energías alternativas, recuperar a nuestros jóvenes investigadores y abrirles el país para que puedan crear empleo, invertir en formación y revertir el esfuerzo. Reitero: hay que cuidar la Hacienda pública como a un hijo y evitar todo intento de saqueo.

Con estas permisas se abrirán nuevos campos y hasta es posible un mundo mejor. Pero para eso es necesario regenerar la gestión pública con personas capaces, honestas y dispuestas a ser ejemplo de actitud de servicio. Y sería muy injusto no valorar los esfuerzos de los que ya están realizando esta labor. Y para ello sería muy bueno permitir las listas abiertas, porque lo importante son, no las siglas, sino las acciones ejemplares.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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